Vista del bistró Cyrano, que había quedado destruido por la explosión de 2020 en Beirut. EFE/Ana María Guzelian

Tres años después de la explosión en Beirut, la fiesta ha ganado el pulso a la adversidad

Ana María Guzelian |

Beirut (EFE).- El camino hacia la reconstrucción parecía infranqueable mientras el humo de la explosión se disipaba en Beirut entre las montañas de escombros, pero tan solo tres años después los barrios más cercanos a la zona cero vuelven a ser un emblema de la vibrante vida nocturna que siempre caracterizó a la ciudad.

Las calles de Gemmayze y Mar Mikhael, destruidas por la onda expansiva de la explosión que causó más de 200 muertos y 6.500 heridos, se llenan ahora cada noche de música y jolgorio incluso entre semana, testimonio de la resiliencia de sus gentes.

Al caer el sol un miércoles cualquiera, las risas y el animado parloteo se entremezclan con las melodías en los bares y restaurantes de la zona, que ofrecen una vía de escape en medio de la grave crisis económica en marcha desde hace ya casi cuatro años en el país mediterráneo.

Un pulso a la muerte

Ubicado a menos de un kilómetro del puerto de Beirut, donde se produjo la explosión, el bistró Cyrano perdió a una de sus empleadas en la tragedia, explicó a EFE Simon Obegi, gerente de bebidas del grupo Butler’s and Co, al que pertenece el establecimiento.

El tiempo jugaba en contra de Rawan aquella tarde de agosto en la que Gemmayze quedó cubierta de escombros y cuerpos sin vida, haciendo casi imposible que los vehículos y ambulancias pudiesen llegar a las víctimas.

Jóvenes conversan en la terraza de un bar del barrio de Gemmayze, destacado punto de ocio nocturno en Beirut
Jóvenes conversan en la terraza de un bar del barrio de Gemmayze, destacado punto de ocio nocturno en Beirut. EFE/Ana María Guzelian

“Intentamos llevarla al hospital, pero desafortunadamente no aguantó, y esto es de hecho lo que pasó con la mayoría de la gente en las calles”, recordó el gerente, de 32 años.

La única marca visible de la explosión en Cyrano es un espejo con pedazos rotos colgado a la derecha de la entrada, pues el local fue reconstruido enseguida e, incluso antes de que terminasen las obras, se convirtió en uno de los primeros en reabrir sus puertas en el barrio.

“Abrimos dos semanas después porque para ser sincero Elie Khoury, el dueño, cree en el país y sabe que no nos queremos ir. Todos recibimos ofertas desde el extranjero, pero no queremos marcharnos, así que decidió volver a invertir ya antes de que las ONG vinieran y antes de que el seguro pagara”, afirmó Obegi.

Tres años después de aquel salto de fe, el grupo se ha expandido más allá de lo que creían posible, abriendo desde un club de playa hasta un establecimiento en Dubái, el otro gran centro de ocio nocturno en Oriente Medio.

Cervezas y turistas

No muy lejos de allí, el propietario del Club United, Said Malla, profesa su amor por la cerveza de barril sirviendo doce variedades diferentes a sus clientes, tan apasionados por sus bebidas que algunos incluso optan por cogerlas para llevar y tomarlas sentados fuera en la calle.

“Nunca cerré y este bar ha estado abierto durante mucho tiempo, incluso después de la explosión me llevó unos tres días volver a reconstruir todo”, afirma Malla a EFE, orgulloso de la resiliencia de los libaneses y de seguir tirando las cañas que ama como un “europeo”.

“No se trata solo del ocio nocturno, pero somos los mejores de Oriente Medio y debemos continuar siendo siempre los mejores. Amamos la vida, sabemos cómo vivir y sabemos cómo funciona el sistema”, defiende en su establecimiento en Gemmayze.

Este verano, muchos turistas se unen a la fiesta que fluye por las arterias de Mar Mikhael y Gemmayze, entre expectativas gubernamentales de que millones de personas visiten la pequeña nación mediterránea a lo largo de la temporada estival.

Una de ellas es Kiara, una estudiante canadiense que, como muchos otros, está ayudando a dar un empujón al sector turístico del Líbano tras varios años de malas cifras por la crisis económica, la pandemia del coronavirus, los efectos de la explosión y la inestabilidad general.

Sentada en uno de los bares de Gemmayze, explica a EFE que esta no es su primera visita y que, por alguna razón, siempre vuelve: “Es una relación rara que algunos ¿puede que llamen tóxica?”, comenta divertida sobre el país que parece atraerla repetidamente como un imán.

“Es su gente, todo el mundo es amigable y genuino. Todo el rato conozco gente nueva en los bares, es algo que echo de menos cuando no estoy aquí”, concluyó Kiara.