Protestas en las inmediaciones de la Embajada de EE.UU. en Beirut, el pasado 18 de octubre. EFE/EPA/ABBAS SALMAN

Hizbulá, el temor a la guerra Israel-Palestina y otras claves sobre la situación de El Líbano

Noemí Jabois |

Beirut (EFE).- El Líbano prepara medidas de emergencia con todos los ojos puestos en su frontera sur, donde el grupo chií Hizbulá e Israel cruzan fuego cada vez más intenso entre la impotencia y el miedo a que el país se vea arrastrado a la guerra de Gaza sin un jefe de Estado, mientras varios países ya urgen a sus ciudadanos a que abandonen territorio libanés.

Sumida en una grave crisis económica, sin presidente desde hace casi un año y gobernada por tan solo un Ejecutivo interino con poderes limitados, la nación contiene el aliento consciente de que la pelota está en el tejado de Hizbulá y de que el Estado libanés apenas tiene cartas para abordar el asunto.

El propio primer ministro, Najib Mikati, reconoció en una entrevista con el canal local Al Jadeed que la decisión de ir a la guerra “no está en sus manos”.

A continuación, algunas claves para entender la situación que vive el país vecino de Israel por su lado norte.

Creciente tensión

Desde el pasado 8 de octubre, el movimiento chií e Israel están enzarzados en ataques cruzados en las zonas fronterizas, donde también se han producido acciones reivindicadas por facciones palestinas presentes en el territorio libanés, presumiblemente con el visto bueno de Hizbulá.

La violencia, que deja ya al menos 25 muertos del lado libanés, se ha intensificado en los últimos días con lanzamientos diarios de misiles y respuesta artillera o aérea israelí .

Imagen del muro en la frontera entre Israel y El Líbano, el pasado 10 de octubre. EFE/EPA/WAEL HAMZEH

Por el momento, las partes se adhieren a lo que denominan “las normas de combate”, pero el temor de una escalada crece mientras el Gobierno de Mikati mantiene contactos domésticos e internacionales para tratar de contenerla.

Las autoridades han dejado claro que ni ellas ni Hizbulá quieren un conflicto armado, si bien no han recibido garantías por parte de la formación del clérigo Hasán Nasrala, que en 2006 ya libró unilateralmente una guerra con Israel sin participación activa del Ejército libanés.

Emergencia y huida

Según se recrudece la violencia, cada vez más países piden a sus ciudadanos que no viajen al Líbano o incluso de que abandonen el territorio, algunos de ellos con órdenes para hacerlo de forma inmediata, como Alemania, Estados Unidos o Arabia Saudí.

La Autoridad Nacional de Gestión de Desastres y Crisis del Líbano celebró el pasado martes una reunión para revisar los planes de emergencia de cada ministerio y el nivel de preparación general, “como precaución” ante la posibilidad de un conflicto.

Albergues, infraestructura, seguridad alimentaria o emergencias médicas están siendo revisados, en un país donde el sistema sanitario ya está lastrado tras cuatro años de crisis económica y golpes concatenados como la explosión de 2020 en Beirut.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha enviado al Líbano dos cargamentos para responder a “cualquier potencial crisis sanitaria” y anunció que trabaja para reforzar el sistema médico local de cara a posibles “incrementos” en el número de bajas debido a la violencia con Israel.

Sin jefe de Estado

La tensión sorprende al país sin un jefe de Estado, puesto vacante desde hace casi un año debido a la falta de consenso entre los bloques parlamentarios, mientras el Gobierno lleva en la interinidad cerca de 17 meses y sus capacidades son constitucionalmente limitadas.

Para rizar más el rizo, la oposición culpa precisamente a Hizbulá de ser una de las principales trabas al nombramiento de un jefe de Estado y de querer imponer un candidato favorable al grupo.

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Mikati reiteró ayer mismo su llamamiento a elegir a un presidente dadas las circunstancias actuales en la nación, donde los bloqueos y vacíos son habituales debido a la fragmentación del espectro político, reforzada por un sistema sectario de división del poder.

Crisis económica

Mientras acecha la guerra, el país está inmerso en una grave crisis económica, por lo que un potencial conflicto será especialmente devastador.

Desde finales de 2019, el país está en una espiral de devaluación, “corralito” bancario y deuda que mantiene a casi el 80 % de la población en la pobreza y tiene lastrados los servicios públicos más básicos.

La violencia llega después de un verano de repunte en el sector turístico y de la consecuente entrada de divisa extranjera, lo que había creado expectativas de mejora pese a que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya alertó de que eso era nada comparado con los “enormes desafíos económicos” del país.

El Ejército libanés se sostiene como puede gracias a donaciones por parte de Estados Unidos o Catar.