Quito (EFE).- El exvicepresidente correísta Jorge Glas, condenado por delitos de corrupción, denunció este viernes haber sufrido presuntos tratos «crueles y denigrantes» en la nueva prisión de máxima seguridad de Ecuador, adonde fue trasladado el 10 de noviembre pasado.
«Desde que fui traslado a esta cárcel en construcción, como parte de un show mediático político, he sufrido tratos crueles y denigrantes y he visto cómo se ha venido desmejorando mi salud», dijo vía telemática durante una audiencia de hábeas corpus solicitada por su defensa y que se suspendió para mañana a fin de contar con un representante del Ministerio de Salud Pública (MSP).
Los supuestos tratos que denuncia «se traducen -dijo- en una tortura psicológica sistemática de golpes con fierros, hacer ruido, prender un extractor de aire industrial, cuyo sonido es más fuerte que una fábrica, que impide inclusive la conversación entre los presos, y lo han mantenido hasta 16 horas seguidas encendidas, es decir, el día y toda la noche», apuntó.
Asimismo, aseveró que ha habido «intervenciones a las dos, tres, cuatro de la mañana de la policía con un tubo golpeando, haciendo un escándalo que me tiene los nervios destrozados».
En una ocasión «dieron un golpe tan fuerte en la puerta de mi celda, que el policarbonato endurecido, que supuestamente es antimotines, fue partido y tiene una fisura en este momento», dijo al considerar que en un eventual motín su vida «corre peligro».
Denuncia de problemas de salud en prisión
Glas subrayó que ha desmejorado la atención médica y calificó de «falacia» que se considere como tal el acudir, tomar la presión y medir con el oxímetro la cantidad de oxígeno en la sangre.
Anotó que en las últimas semanas tuvo atenciones diarias, «pero cada una con un médico distinto, a tomar nota de todas las dolencias que tengo».

Entre ellas, mencionó fibromialgia, hipertensión, colitis, gastritis, estreñimiento crónico, estrés postraumático, trastorno generalizado de la ansiedad y depresión grave y profunda.
Glas dijo que está desesperado porque al momento solo tiene medicamentos para dos días y que ya se le han terminado otros como antialérgicos y pastillas para el dolor.
La defensa del exvicepresidente sostuvo que la prisión no tiene atención médica permanente «que salve la vida» de Glas, por lo que solicitó que se ordene su internamiento en un hospital.
Subrayó que a los problemas de salud de Glas ahora se suma que tiene hongos «en los pies, que le van subiendo a las piernas».
Las autoridades niegan abusos
Cuestionó que Glas esté en una celda, donde hay una cámara de audio y video que graba constantemente, pese a que el baño y la ducha están en un solo ambiente, pero Natalia Escobar, representante de la Procuraduría, dijo en la audiencia que «sería irresponsable dejarlo sin vigilancia», pues «existen antecedentes de intentos de quitarse la vida».
La defensa del exvicepresidente mencionó una presunta disminución de la porción alimenticia diaria «lo que ha provocado una desnutrición protéica y calórica».
Representantes de instituciones del Gobierno relacionadas con el caso señalaron en la audiencia que la defensa de Glas no ha presentado pruebas de los supuestos tratos «crueles e inhumanos» ni sobre problemas de salud por razones alimenticias.
Aseveraron tener informes del MSP sobre las visitas médicas realizadas y detallaron que en la cárcel del Encuentro, donde está recluido Glas, ha tenido 16 atenciones en medicina general, dos de psicología clínica, una psiquiátrica y trece atenciones en enfermería.
Escobar cuestionó que en la audiencia no está un representante del MSP, por lo que el juez pidió esa comparecencia para mañana, sábado, a las 08:30 hora local (13:30 GMT), cuando se reanudará la sesión.
Jorge Glas está recluido en la nueva cárcel de máxima seguridad, ubicada en la provincia costera de Santa Elena, tras su traslado junto a cabecillas de bandas criminales desde la prisión La Roca, en donde permanecía desde 2024, cuando lo detuvieron en el asalto ordenado por el presidente Daniel Noboa a la Embajada de México en Quito para sacarlo a la fuerza, el día en que había recibido asilo.