Pamplona (EFE).- El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se acompaña este 25 de noviembre de una campaña institucional en Navarra que pone el foco en las «violencias ocultas», en actitudes y expresiones sutiles que buena parte de la ciudadanía tiene normalizados que son machistas en sí mismos y abren la puerta a formas más graves de violencia.
Lo destacan los mensajes de la cartelería del Gobierno foral que este 25-M alerta con fotografías de personas que reflejan diferentes edades, culturas y género, de estas microviolencias muchas veces asumidas, como la de «Se pone celoso porque me quiere», «Si no le mando la ubicación todo el rato se china», «Nos les doy like a otros para que no se mosquee» o «Era solo un piropo, tampoco hay que exagerar».

En la presentación, acompañado de representantes de UPN, PSN, EH Bildu, Geroa Bai y Contigo-Zurekin, el vicepresidente primero y consejero de Presidencia e Igualdad del Gobierno foral, Félix Taberna, ha definido la violencia de género como la que se lleva a cabo contra alguien «por el hecho de ser mujer», algo «de una gravedad muy importante porque afecta a prácticamente la mitad de la población».
Por ello, ha llamado a hacer un ejercicio de «autoconciencia» y «reflexionar» para detectar y «desterrar» expresiones que muchas veces se utilizan por costumbre y a las que no se da la importancia que tienen por estar muy asumidas como normales, como llamar «nenaza» a una persona débil o lamentar en una infracción de tráfico «mujer tenía que ser».
La violencia estructural afecta a cualquier persona
En ello ha ahondado la directora gerente del Instituto Navarro para la Igualdad (INAI), Patricia Abad, quien ha valorado que las personas que ponen rostro a esta campaña quieren simbolizar que «la violencia estructural y la desigualdad social que hay entre mujeres y hombres afecta a todas las clases sociales, a todas las personas, están en todas las culturas y cualquier persona nos podemos ver tanto ejerciendo pequeñas violencias, violencias sutiles como justificándolas o normalizándolas».
Lo ha atribuido a que la ciudadanía actual se ha «socializado en un contexto patriarcal» y por ello naturaliza comportamientos, expresiones y actitudes «que son machistas en sí mismas y que habilitan además para formas más graves de violencia, justifican las desigualdades y hacen que podamos luego ver como normales algunos comportamientos de cosificación, de control, de negación de la importancia que tienen algunas actitudes que limitan la libertad».
La violencia también se oculta en lo cotidiano
Contra todo ello apela la campaña «La violencia también se oculta en lo cotidiano. Hagámosla visible», que denuncia la violencia psicológica, económica y simbólica que sufren muchas mujeres en su día a día.
La simbólica está principalmente dirigida al cuerpo de las mujeres y a las expectativas que se les imponen en función de estereotipos sexistas. Estas agresiones cotidianas conducen a muchas mujeres a experimentar manipulación, pérdida de autoestima y autonomía, lo que, en algunos casos, puede derivar en formas más graves de violencia.
La campaña, que ha tenido un coste de cerca de 35.000 euros, se difundirá a través de redes sociales, revistas locales, lonas instaladas en el Palacio de Navarra y en la Universidad Pública de Navarra (UPNA), marquesinas en Pamplona, Tudela, Tafalla y Estella-Lizarra, y soportes urbanos digitales (mupis) en Pamplona y Tudela.
El propio 25 de noviembre tendrá lugar además la lectura de una declaración institucional con motivo de una concentración ante el Palacio de Navarra.
Formas de violencia psicológica, económica y simbólica
Según el análisis del INAI / NABI, las llamadas “violencias silenciosas” se consideran las más difíciles de detectar y probar. Los agresores naturalizan sus comportamientos y los justifican, no identificándolos como manifestaciones de violencia machista, y a veces las propias víctimas y sus entornos normalizan las agresiones que sufren, por lo que es muy difícil que afloren y se pueda intervenir.
La violencia psicológica es la forma más oculta de agresión. A menudo pasa desapercibida, incluso para quienes la sufren. Se trata de una violencia muy extendida y difícil de identificar, dado que no deja rastro físico. Los casos más comunes de violencia psicológica incluyen insultos, menosprecios, humillaciones, control económico, control social sobre el entorno de las víctimas o el llamado ‘efecto luz de gas’.
Este último es una estrategia que consiste en confundir a la víctima, distorsionando la realidad y el relato de los hechos cotidianos hasta el punto de que ella llega a dudar de su salud mental. En muchas ocasiones, esta forma de violencia busca relegar a las mujeres a una posición de subordinación, como parte de una ideología que rechaza la igualdad de género.
La violencia económica y el sometimiento
Por su parte, la violencia económica es un tipo de violencia que sucede en el ámbito de la pareja y la expareja. Consiste en generar una forma de sometimiento y dependencia a través de los vínculos económicos que el agresor mantiene con la mujer.
La Macroencuesta de Violencia sobre la Mujer de 2019 señala que más de 2,3 millones de ciudadanas mayores de 16 años han sufrido este tipo de violencia económica, lo que supone un 11,5 % de la población total de las mujeres residentes en España.
En lo que respecta a las formas de violencia simbólica, destacan los mensajes y actitudes encaminados a la cosificación de las mujeres, hasta el punto de hacerlas sentir culpables de los hechos violentos que cometen algunos hombres sobre ellas por su modo de vestir, de comportarse o de exponerse a andar “sola” por las calles.
El lenguaje sexista genera también violencia
El lenguaje sexista genera también violencia, al excluir a las mujeres del discurso cuando se habla solo en forma masculina y contribuir a desvalorizar logros de las mujeres o invisibilizarlas, cuando no directamente a denigrarlas.
Se consideran también formas de violencia los estereotipos de género, basados en falsas creencias, simplificaciones o generalizaciones sobre el comportamiento diferenciado esperable en hombres y mujeres. Son ideas preconcebidas que se transmiten a través de la cultura, la educación y los medios de comunicación, según las cuales unas profesiones son más aptas para mujeres que otras o ciertos rasgos de carácter son más propios de un género que de otro.
En la misma línea, el discurso negacionista también se basa en la negación de la desigualdad, la violencia contra las mujeres y la ridiculización de los movimientos feministas, obstaculizando el desarrollo de políticas públicas, de prevención y atención.