El psicólogo clínico y psicoterapeuta docente-supervisor, Miguel Perlado, posa para EFE en Sevilla, durante la entrevista en la que ha explicado que en torno al 1 % de la población española pertenecen a una de las 250 sectas que funcionan en mayor o menor medida en territorio nacional. EFE/Fermín Cabanillas

El 1 % de los españoles está en una secta y tarda hasta 20 años en dejarla

Fermín Cabanillas I Sevilla, (EFE).- En torno al 1 por ciento de los españoles, “y es un dato a la baja”, pertenece a una secta, de las 250 que funcionan en mayor o menor medida en el territorio nacional, y los estudios señalan que se puede tardar hasta 20 años en salir completamente de este tipo de organizaciones.

Este es uno de los que asuntos que se debaten en el congreso que celebra en Sevilla la Asociación para la Investigación del Abuso Psicológico (AIIAP), según el psicólogo clínico y psicoterapeuta docente-supervisor, Miguel Perlado, que recuerda que las sectas “son un problema de salud, pero también constituyen un problema social”.

En una entrevista con EFE, Perlado ha explicado que se trata de “un fenómeno oculto que a veces pasa de largo”, pero que puede sufrir cualquier persona en un momento de su vida: “No existe un único perfil, pero sí hay situaciones en las que vemos similitudes en momentos de riesgo, como cuando se sufre un duelo o se está especialmente vulnerable.

En ese momento, las personas se hacen susceptibles a discursos que tocan las áreas de fragilidad”.

Jóvenes e idealistas

De esta forma, una persona sin estudios o doctores universitarios corren el mismo riesgo, y según Perlado, las sectas buscan normalmente “a personas jóvenes, idealistas, que se desviven, que quieren cambiar las cosas en la sociedad”, en definitiva, a gente “que quiere cambiar el mundo”.

En este punto, el psicólogo clínico distingue entre movimientos religiosos y sectas, y recuerda que estas últimas “no son siempre exclusivamente religiosas”, ya que, en esencia, las religiones “no fuerzan a las personas, no coaccionan, respetan las decisiones, no alejan a las personas de sus círculos de relación, y potencian el crecimiento de las personas frente a las sectas, que los disocian”.

“Las religiones no buscan monopolizar la vida mental de las personas ni convertirlas en robots sometidos”, explica, y matiza que “en cualquier institución religiosa encontramos momentos de control, pero no necesariamente por eso son sectas”.

El análisis de los movimientos sectarios llega hasta el nazismo, del que dice que tenía “un claro componente” que lo ubicaría entre estos colectivos, en los que “no siempre se busca el dinero ni tienen un inicio delictivo. Hay un conocimiento de una persona que se cree dotada de unos talentos extraordinarios, y tiene algo que no tiene el loco de la calle que se cree Jesucristo. Yo los llamo ‘narcisistas malignos’, que quieren parasitar, y cuando eres un cascarón vacío te tiran y pasan al siguiente”.

Ayuda para salir

Ese “narcisismo maligno” -continúa- se ve en organizaciones terroristas como ETA, porque “los grupos terroristas tienen claras dinámicas sectarias”, aunque “todo grupo como este tiene una secta dentro, pero no toda secta comete actos terroristas”, y cita casos concretos, como Aum Shinriky, que el 20 de marzo de 1995 mató a 13 personas en el metro de Tokio con gas sarín. “Normalmente cometen terrorismo psicológico, pero no pasan a la acción de una forma tan violenta”.

Pero, ¿cuándo se da cuenta una persona de que está sometida en una secta y quiere salir de ella?. Miguel Perlado dice que es “cuando la temperatura ha subido tanto que están como la rana en el agua hirviendo y siente que se quema. El grupo te dice que es una tensión necesaria para tu formación, pero cuando sobrepasa unos limites la persona pasa a romperse porque el control es diario y se sufren abusos, sexuales y de todo tipo”.

A partir de ahí comienza un proceso que puede terminar 10, 15 o 20 años después de entrar en la secta, y que, normalmente, se inicia cuando la familia de la persona afectada es la que acude a un psicólogo o un psiquiatra para ayudarle.

Comienza entonces un trabajo complicado, con muchos altibajos, hasta que se consigue que esa persona deje la secta, pero como poco, 450.000 en toda España siguen dentro de ellas, en muchas ocasiones sin tener conciencia de vivir con su mente anulada y presa de una situación de la que es muy difícil salir. EFE