Imagen de archivo de unas migas elaboradas con pan de Alfacar (Granada). Efe/Juan Ferreras

El pan con calidad protegida, un negocio que se desmiga

María Ruiz I Granada, (EFE).- La Unión Europea certifica desde hace casi una década la calidad del pan de Alfacar (Granada) con una Indicación Geográfica Protegida (IGP), un sello que solo tienen cuatro panes del país pero que no es suficiente para alimentar a un mercado que pelea contra las falsas etiquetas y el encarecimiento de costes.

Hay pueblos que tienen un pan debajo del brazo, municipios cuyo nombre aparece en el imaginario popular ligado a la calidad de sus hogazas y que históricamente huelen a leña y masa cocinada a fuego lento como Alfacar.

También a fuego lento se cocinó la certificación de la calidad de este pan granadino que, desde noviembre de 2013, cuenta con una Indicación Geográfica Protegida (IGP), un sello de calidad que le otorgó la Unión Europea.

El gremio de panaderos de Alfacar comenzó en 2008 a amasar todos los requisitos para alcanzar este certificado de sus productos, una especie de seguro para diferenciarse de la competencia desleal.

Solo cuatro en España

La marca “Pan de Alfacar” se unió entonces a otras tres identificaciones protegidas del país que reconocen la calidad del Pan de Cruz (Ciudad Real), el catalán Pa de Pagès que también recibió en 2013 su IGP, y el pan de Cea típico de Galicia.

El pan de Alfacar sumaba entonces a 21 obradores de la localidad y del vecino municipio de Víznar, una cifra que confiaban en duplicar en unos meses con ese aval europeo, pero que no ha sido suficiente.

Aunque en infinidad de puntos de Andalucía se anuncia como reclamo que hay “Pan de Alfacar”, la IGP se planteó cerrar este año, aunque los panaderos se han dado una especie de prórroga durante este año para repensar su futuro.

El precio de una IGP

El presidente de la IGP Pan de Alfacar, Gabriel Vílchez, ha adelantado a EFE que los panaderos que siguen en el proyecto buscan dar un giro, volver a cocinar un proyecto que choca con el encarecimiento de los productos y con mucho pan de Alfacar que no lo es.

Y es que estar bajo el abanico de la IGP implica comprar una harina determinada que cuesta más, pagar la cuota y las pruebas de certificación del pan, una serie de gastos que muchas tahonas no quieren afrontar.

Aunque panaderías, tiendas y hasta supermercado se aferran a la centenaria buena fama del pan de Alfacar para captar clientes, menos de la mitad de esos panes y hogazas cumplen los estándares de la IGP: “algunos no se hacen ni en Alfacar”.

Esencia moruna

Alfacar debe la fama de sus panes al buen hacer de los obradores morunos transferido de generación en generación para saber cómo mezclar sus pocos y sencillos ingredientes -harina, masa madre, levadura, agua y sal- y toda la paciencia del mundo.

Durante un tiempo, la mitad de los vecinos de este municipio del área metropolitana de Granada vivían directa o indirectamente de sus panes, pero las tahonas se desmigaron ante la competencia desleal, los panes precocidos y la economía sumergida del sector.

Todos los panes de la IGP se hacen en solera reflectaria, al calor del suelo, y suman la calidad del agua de sus manantiales, el microclima que les ofrece el Parque Natural de la Sierra de Huétor y el saber transmitido durante al menos 500 años de padres a hijos para cocinar un pan único.

Blindar el futuro

“Vamos a morir de éxito, pero no de vender pan”, ha sumido Vílchez, que recalca que el pan de Alfacar es más sano, pero se vende a un euro pese a que debería fijar su precio a 1,30 euros, y eso no es nada saludable para el sector.

“Hemos preparado varias campañas para este año porque buscamos que en España pase como en Francia, que haya un reconocimiento al pan hecho con calidad”, ha añadido el presidente de la IGP, que también reclama más inspecciones y menos burocracia para acabar con la competencia desleal.

Propone que sea más sencillo, que si una tahona anuncia pan de Alfacar y no tiene la etiqueta IGP, se le multe y ese producto vaya directo a una causa social.

Y así, con propuestas, el sector busca salvar de la quema un negocio milenario que aún tiene mucha miga. EFE