Retrato del periodista y escritor Julio Camba fechado alrededor de la década los años 20 del siglo pasado. EFE/tb/ARCHIVO

El París de Julio Camba, una mirada inédita

Alfredo Valenzuela |

Sevilla (EFE).- El lugar común de “autor injustamente olvidado” no se corresponde con Julio Camba. Fue un escritor que hizo toda su obra en los periódicos y cuyas crónicas. En los últimos años han sido reeditadas hasta por una docena de editoriales a la vez. Se trata de una labor de rescate a la que ahora se suman textos sobre París nunca reunidos en libro.

“París” es precisamente el título de esta colección de artículos publicados por el sello sevillano Renacimiento. Lo ha hecho en edición del profesor, editor y escritor Ricardo Álamo. Este ha dicho a EFE que en estas crónicas, como en todos los textos de Camba, “abundan las burlas sin maldad y la agudeza sin acritud”.

Camba entendía que “para juzgar a un pueblo hay que ver su comedor y su alcoba antes que su palacio parlamentario”. Francisco Umbral siempre reconoció su magisterio. Lo definió como “el psicólogo de las grandes urbes”. Estos artículos ahora rescatados ofrecen una semblanza urbana y humana de la capital francesa. Una docena de ellos ni siquiera constaban en los repertorios de textos del autor.

Lo hacen además en una época, 1909-1910, en la que París, cuando Camba era un veinteañero, era la cosmópolis por antonomasia. Contando, además, el revuelo causado por los primeros vuelos a motor, una rocambolesca huelga de ciegos, el no menos rocambolesco decreto del Gobierno francés que prohibía las veladas en los talleres de las modistas y la polémica causada por la entrada de ‘madame’ Curie en la Academia de las Ciencias.

Morir haciendo el amor

También se detiene Julio Camba en el escándalo que suscitó la muerte del presidente de la República Felix Faure. Este falleció mientras hacía el amor con su amante favorita, Antoinette Steinheil. Del mismo modo lo hace en las protestas de las sufragistas o en los desmanes de los “apaches”. Eran bandas de criminales que atemorizaban París en sería competencia con las golferías de los bohemios.

Variados son los perfiles que incluyen estas crónicas, desde el poeta bohemio Emilio Carrere al banquero Rotschild, del escritor republicano -pero millonario- Vicente Blasco Ibáñez al rey Leopoldo II de Bélgica. Asimismo, del pedagogo anarquista Ferrer Guardia al escritor inconformista Luis Bonafoux, y de políticos como Aleandro Lerroux y Maurice Barres.

En comparación con las costumbres españolas, las francesas le parecían a Julio Camba “límpias, ordenadas y pacíficas”. Al comprobar como las parejas de enamorados se besaban en público sin miedo a reprimendas, consignó: “La moral francesa lo comprende todo, y no solo es indulgente con la juventud, sino que, en el fondo, se complace de verla gozar”.

Según ha dicho a EFE Ricardo Álamo, “en ‘París’ encontrará el lector al mejor Camba, al más fresco, más independiente y más lenguaraz, por no decir insolente. Sus crónicas, como muchas de las que escribiría después en Londres, Berlín o Nueva York, no dejan títere con cabeza, ya se trate de la cabeza del presidente de la República francesa o de la hija de Théophile Gautier”.

Insobornable y descacharrante

“Camba, en esa época, no era un periodista sobornable y de cualquier asunto de actualidad hacía una crónica la mayoría de las veces descacharrante”. Lo ha añadido el editor sobre los más de sesenta artículos reunidos en este libro. En él ya brilla “un estilo perfectamente definido, una prosa funcionarial donde el análisis se subordina a la síntesis, agudeza e ingenio, combinados con cierta dosis de pensamiento paradójico”.

“De estos artículos parisinos se podría decir, en fin, lo que dijo Ruano que tenía que ser un buen artículo: una morcilla en la que se mete lo que se quiera, pero que tiene que estar bien atada por los dos extremos”. Así lo ha añadido el editor.

Con fama de indolente -cuando lo propusieron para la Academia dijo que por qué no le ponían un piso mejor-, Julio Camba nunca se apasionó ni por su oficio ni por la literatura. De ahí que, ha concluido Álamo, su bibliografía esté llena “de libros que él no publicó sino sus amigos editores”. Estos “, quienes “no hicieron otra cosa que sumergirse en las hemerotecas para rescatar y reunir un buen puñado de textos, como he hecho yo en esta edición”.