Sevilla, (EFE).- Un equipo de investigación de la Universidad de Sevilla, en colaboración con la de Cádiz, ha confirmado en un nuevo estudio la presencia de mayores concentraciones de la mayoría de los metales en el sedimento en determinados tramos del estuario del río Guadalquivir.
Esta mayor concentración de metales en la zona alta del estuario del Guadalquivir coincide con la proximidad del área de vertido de la mina Cobre Las Cruces, según ha informado este martes la institución académica en un comunicado.
El trabajo muestra afectación también en la desembocadura del Guadalquivir, uno de los ecosistemas de transición más relevantes del sur de Europa, que alberga zonas de gran valor ecológico y socioeconómico como el Parque Nacional de Doñana.
Esta acumulación se ve favorecida por la menor renovación de las masas de agua en este tramo del estuario y, potencialmente, por otras actividades urbanas, industriales y agrícolas.
Según los investigadores, en este contexto disponer de un diagnóstico actualizado resulta esencial para evaluar posibles variaciones futuras, especialmente considerando la larga historia minera de la Faja Pirítica Ibérica y episodios pasados de impacto ambiental, como el vertido de Aznalcóllar en 1998 o los episodios de contaminación registrados en Cobre Las Cruces en 2008.
La investigación, que presenta datos del 2022 y 2023, en un contexto marcado por la aprobación de nuevos proyectos mineros en la cuenca, abarcó 15 estaciones de muestreo distribuidas a lo largo de todo el gradiente estuarino, desde la desembocadura hasta las zonas altas próximas a la presa de Alcalá del Río.
Programas de seguimiento ambiental
Los análisis mostraron una mayor concentración de metales en el sedimento de la parte alta, aguas arriba de Puebla del Río.
Además, elementos como el arsénico y el zinc también presentaron un incremento de sus concentraciones en la desembocadura, coincidiendo con áreas de alta sensibilidad ecológica y pesquera, y donde confluyen actividades agrícolas, pesqueras, turísticas y portuarias.
Los resultados ponen de manifiesto la necesidad de programas de seguimiento ambiental que integren de forma conjunta el análisis de agua, sedimentos y ‘biota’ (conjunto de fauna y flora), con el fin de anticipar posibles efectos sobre la biodiversidad y las actividades humanas que dependen de un estuario saludable.
Aunque los niveles registrados no superaron los umbrales internacionales de toxicidad, diversos índices de riesgo ecológico señalaron situaciones de ‘riesgo moderado’ y ‘considerable’ en algunos puntos.
Vacío legal sobre sedimentos
Los autores de la investigación, que ofrece una caracterización actualizada de la contaminación por metales, subrayan también un aspecto normativo relevante.
Mientras la legislación europea y española establece límites de calidad para metales disueltos en el agua, no existen estándares específicos para los sedimentos, a pesar de su papel como reservorio y fuente de contaminación en el medio acuático.
Este ‘vacío legal’ limita la capacidad de evaluar de manera completa el estado ecológico del estuario y sus riesgos asociados.
En este marco, el trabajo aporta una base de referencia objetiva que permitirá contrastar la evolución de la contaminación por metales en el Guadalquivir en los próximos años. EFE