Adrián Arias | Castromonte (Valladolid) (EFE).- El mundo rural como escenario y la cotidianidad elevada a arte es el presente que anuda ‘Lazos’, un festival de cine descentralizado que escarba en nuestras raíces como pueblo en busca de la raigambre que nos conecta con nuestros antepasados.
En pleno Montes Torozos, sobresaliente entre la meseta castellana, se ubica Castromonte, un pequeño municipio vallisoletano de apenas 300 habitantes que acogerá del 28 de junio al 2 de julio la segunda edición del festival ‘Lazos’, que busca asentarse como un “referente del cine descentralizado y rural” en España, como explica en una entrevista a EFE su codirector y miembro de Moraleja Films, Enrique García-Vázquez.
Un total de quince cintas, tres largometrajes y doce ‘cortos’, compondrán una segunda edición que ha dado un “gran salto de calidad y cantidad” respecto al año pasado, gracias a la “buena acogida” que tuvo un primer certamen que llamó la atención de instituciones y patrocinadores.

El cine como ‘lazo’ generacional
Como lazo que une y adorna un regalo, este festival dirige su encuadre al obsequio que legan las generaciones pasadas. Valores como el trabajo, el esfuerzo y la constancia, representados en los duros oficios de nuestros antepasados, muchos en peligro de extinción, como alerta el festival en su sección ‘Ofizios’.
“Es esencial tener presente de dónde venimos para no perder nuestra identidad y no caer así en un individualismo atroz que nos convierta en meros consumidores”, alerta García-Vázquez, quien destaca que este festival busca dar un nuevo rol al patrimonio cultural y a tradición para que no sea solo una “vieja reliquia”.
Precisamente, la irrupción de las nuevas tecnologías ha abierto una brecha generacional sin parangón en la historia de la humanidad, de ahí que el cine se eleve como ese “pegamento generacional”,como un “arte universal que emociona y llega tanto a abuelos como a hijos y nietos”.
Una bolillera, una tatuadora, un etnógrafo y una Community Manager
Bajo este leitmotiv de entender la tradición y el legado cultural como algo vivo, ‘Lazos’ también sentará cara a cara en varios talleres a profesionales de mundos aparentemente tan dispares como una bolillera y una tatuadora o a un etnógrafo como Joaquín Díaz con la Community Manager Teresa Gigosos.
“Para nosotros la cultura es la renovación de nuestras historias, de nuestro ser. De todo”, incide el codirector, que explica cómo a raíz de la pandemia, muchos jóvenes, como ellos, decidieron dar un giro radical a sus vidas y huir de aquello a lo que siempre la sociedad les había impuesto como meta: “Volver al pueblo es un acto de revolución”, confiesa.
Según el cineasta, la covid ha hecho que muchas personas hayan vuelto a conectar con sus raíces. Especialmente, cuando “nos vimos encerrados en un pequeño piso sin poder trabajar y pagando alquileres altísimos”. “Ha sido la pieza que ha hecho que caigan todas las demás y que nos hayamos preguntado: ¿Quién soy?”.
La España vacía como reclamo cinematográfico
El eterno debate sobre las plataformas de series y películas tampoco es ajeno a las producciones alternativas que tienen su pase en festivales como ‘Lazos’, pues, estas actúan como un “arma de doble filo”, ya que, o bien te opacan o en un momento dado te “encumbran”.
Por ello, a pesar de que desde Moraleja Films claman por el cine como un espacio de reunión al que uno decide ir, frente a las plataformas que te “obligan” a consumir “lo que ellas quieren”, García-Vázquez cree que este paradigma se está corrigiendo gracias a producciones rurales que han sido un éxito en taquilla como ‘As bestas’ o ‘Irati’.
De ahí que el cineasta llame a convertir a la España rural y vacía en un “reclamo cinematográfico”, porque “la gente tiene interés en lo que aquí pasa”, y solo queda el salto de que las productoras, las administraciones y el sector del cine entiendan que en el mundo rural y en sus gentes también hay historias de película. EFE