Valladolid, jul (EFE).- La vitalidad del teatro clásico y por tanto su vigencia descansa en el carácter inagotable de sus textos, “que despiertan nostalgia y envidia de la lengua”, ha explicado este viernes a EFE el dramaturgo Juan Mayorga, un día antes de estrenar su versión de “El diablo cojuelo” en el festival Olmedo Clásico.
“Hay grandes textos clásicos que están esperando a creadores que los visiten y descubran nuevos sentidos” y además “permiten reencontrarse con un castellano maravilloso que se admite como propio y que posee una gran belleza, lo que se ha tenido muy en cuenta en esta versión de la obra de Luis Vélez de Guevara”, ha reflexionado.
Los espectadores “van a compartir una fiesta teatral” protagonizada por unos payasos a los que se encarga hacer un clásico, “lo que reciben con entusiasmo y como vía para reivindicarse, aunque se sienten fracasados a la hora de abordarla”, ha añadido acerca de ese nuevo enfoque de “El diablo cojuelo”.

Versión heterodoxa
“Se trata de una versión muy heterodoxa que intercala dos tramas diferentes, pero también muy respetuosa, hecha desde el afecto y del deseo de entregar al espectador rasgos de esa obra genial. La acción está orientada a los payasos porque antes de hacer esta propuesta con la compañía Rhum, yo era muy fan de ella”, ha desvelado.
Este prolífico creador teatral, que cuenta con cerca de medio centenar de obras propias, a las que se añaden piezas breves y versiones -como la que se presenta en Olmedo-, es un claro ejemplo de que “la dicotomía entre ciencias y letras es artificiosa, y hay que resistirse a ella”.
Doctor en filosofía y profesor de Matemáticas, con las que sigue “gozando” y le han acompañado siempre, poco a poco se dejó atrapar por el teatro desde que, con 16 años presenciara “Doña Rosita la soltera” en el teatro María Guerrero, de la que todavía guarda “imágenes en su corazón”.
En este sentido, ha confesado que el teatro era un lugar en el que se sentía respetado como espectador, que esperaba algo de él, que pudiera recordar, imaginar y pensar, y tuvo la suerte de encontrar “un gran teatro” del que pronto sintió que quería participar.

Dramaturgo de prestigio
Así, ha ido convirtiéndose en uno de los dramaturgos más reconocidos de España, cuyas obras han sido traducidas a veinte idiomas y estrenado en treinta países, y continúa escribiendo “permanentemente”, ya que mantiene una constante “actitud de curiosidad y alerta”, lo que hace que “en cualquier momento aparezca un argumento”.
De hecho, actualmente está trabajando en una obra llamada “Los argumentos”, cuyos personajes se cuentan eso, argumentos, que no son capaces de desarrollar, por lo que dejan que sea el espectador el que los haga germinar en su cabeza.
“La vida con cuentos, vale más”, ha advertido Mayorga, quien siente un especial afecto hacia Olmedo “una pequeña ciudad que es conocida por ser importante culturalmente, y cuyo festival permite hacer llegar al público espectáculos a los que, de otra manera, tendrían difícil acceso”.
El arte de imaginar
Para este destacado autor, el teatro “es el arte de la reunión y la imaginación, de la crítica y la utopía” y su objetivo es convocar cuatro fuerzas: “acción, emoción, poesía y pensamiento”, lo que traslada no solo a sus obras, sino también desde su rol como director de Teatro de la Abadía.
Y a pesar de que ha traspasado fronteras con sus obras, su preocupación es la de “interesar a las personas del barrio, atender a la vulnerabilidad y la fragilidad del ser humano” y, puesto que todos somos “básicamente iguales” y tenemos los mismos deseos, y la misma aspiración respecto a la belleza, “tiene la capacidad de llegar a muchos lugares diferentes”.
Su deseo, como dramaturgo, es estar ante nuevos textos que le desafíen, que desee escribirlos y no sepa cómo hacerlo, preparar proyectos y que otros directores aborden espectáculos con sus textos y, puesto que eso está ocurriendo, se siente “muy contento” de tener “nuevas historias que contar y de abordar un “trabajo difícil pero fascinante” con su Teatro de la Abadía.
Por último, ha señalado que “hay que estar atentos, no dar un paso atrás y estar comprometidos para luchar contra la censura y por la libertad y la circulación de las ideas, porque una ciudad que no permite un espectáculo, por razones ideológicas o intereses, es una ciudad empobrecida”. EFE