Adrián Arias | Valladolid (EFE).- Hay heridas que la medicina no sana, pero que la poesía vuelve cicatrices hermosas, como el bálsamo que aplican los versos de la enfermera vallisoletana Inés Olandía (Tordehumos, 1994) en su segundo poemario, ‘Sanar al sol’ (Olé Libros), con el que solo se atreve a recetar una cosa: «Más empatía, mucha más, a todo el mundo».
Pueblo, hogar, tierra, raíz, familia y Castilla son los conceptos que moldean la «pulsión por arreglar algo que estaba roto» en las rimas que ahora dan forma a su segunda obra, una en la que la joven escritora se «quita la capa» del pseudónimo de su primer poemario, ‘Cicatrizar el corazón’, y se libera de ese miedo a mostrarse transparente y vulnerable, como explica en una entrevista con EFE.
Por medio de una poesía «intimista y asequible», como ella la define, Olandía enhebra el hilo que cose y aúna sus dos vertientes: su vocación sanitaria y su inquietud literaria, capaces de remendar heridas universales que se llevan por dentro, como el echar de menos el hogar y a los tuyos.
«Cualquiera que me haya conocido sabe que defiendo mi tierra y la llevo orgullosa allá donde voy. Y ese vínculo que me ancla a ella se hizo aún más fuerte cuando, tras la aventura de pasar un tiempo viviendo lejos de casa, mi cuerpo me pidió regresar, estar cerca de lo mío, de mi tierra y mi gente», rememora la escritora, que reconoce que aquella experiencia fue «algo magnético», algo que le empujó de vuelta a su raíz.
Y es esa conexión con lo ancestral y la tradición lo que mueve a Olandía en muchos aspectos de su vida: «Parte que tengo que agradecer a mis padres por inculcárnoslo a mí y mis hermanos desde pequeños. Nacimos escuchando dulzainas y espero que así se pase toda nuestra vida», narra.
Vida, muerte, inspiración… sanar
Pero vivir tan de cerca, dada su profesión, conceptos como la vida y la muerte hace que Olandía torne estas intensas emociones en una fuente de inspiración, «tanto de lo bueno relacionado con la vida, como de lo no tan bueno, relacionado con la muerte».
«La existencia, el sentido que tiene que estemos en este mundo o lo crucial que es darle a cada cosa la importancia que tiene y no perder el tiempo en las cosas que nos impiden disfrutar», argumenta la escritora.
Y es que en esta sociedad «tan conectada que vive desconectada de lo real», en la que estamos «tan estimulados que nada es suficiente», Olandía siente que hay un movimiento de resurgimiento de lo tradicional entre la población joven, que busca «reanclarse a sus ancestros y recordar de dónde viene para establecer mejor a dónde ir», de ahí que destaque el trabajo de proyectos literarios como La Perdiz Roja, que «están haciendo mucho» por este resurgir folclórico castellano.
«A mi tierra, desde allí»
Con la mirada enfocada al hogar y las luces largas iluminando la carretera de vuelta al pueblo, Olandía condensa en su poema ‘A mi tierra, desde allí’ ese sentimiento de retorno que le hizo volver con los suyos a una tierra castigada por la despoblación.
Y ahora, centrada sanar (se), en escribir (se) y en sus estudios de Psicología, la vallisoletana confiesa que no tiene mayor pretensión que sus lectores se sientan comprendidos a través de sus versos, además de albergar un deseo: «Yo lo he dejado ahí, como una semilla esperando germinar, y el que se la encuentre, si le hace bien, bienvenido sea», esa es la forma de curar de las palabras.
«Creo que la poesía es un arma muy poderosa, te remueve por dentro, te hace replantearte tu relación con el mundo y contigo misma, pero, por desgracia, no llega a muchos rincones. Ojalá hubiese más poesía y menos ego en este mundo», concluye. EFE