Naturalidad, precisión y elegancia, la obra de Chema Madoz

Madrid (EFE).- Naturalidad, precisión y elegancia caracterizan la obra de Chema Madoz y en especial su última etapa, a la que se dedica en la madrileña sala Alcalá 31 la exposición “Chema Madoz 2008-2014. Las reglas del juego”.

Así lo ha considerado Borja Casani, comisario de la muestra incluida en la sección oficial del festival PhotoEspaña, en la que se exhiben más de 120 imágenes, algunas de las cuales no se han mostrado hasta ahora.

Las fotografías seleccionadas “ilustran el recorrido que han hecho mis imágenes en este tiempo, en el que se han ido incorporando nuevos elementos a los habituales”, ha comentado el artista madrileño.

Sus obras “siguen girando en torno al objeto, pero cobran importancia aquellos que vienen a regenerar el discurso”, como los que proceden de la naturaleza, la aparición de la figura animal, la inclusión del dibujo como otra forma de representación o las caligrafías que hacen alusión a la literatura, “pero con aspectos que tienen más que ver con el manuscrito”.

Descubridor inagotable de ideas, las obras de Madoz proponen un juego de percepción y son la continuación de los juegos poético-visuales que ha venido desarrollando desde los años ochenta.

Obra de Chema Madoz

Cada una de las imágenes exhibidas constituye una narración poética en la que la resolución fotográfica en blanco y negro aporta una distancia melancólica a la colección de ideas que el autor transmite a través de los objetos, que se despojan de su uso y funcionalidad para convertirse en el lenguaje propio del fotógrafo.

Madoz (Madrid, 1958) juega con la cámara y con sus propias creaciones para presentar imágenes en las que manipula objetos y realidades cotidianas de manera tan distinta que a veces el espectador, al que invita a participar en este juego visual, se olvida de que está viendo una fotografía.

El autor ha reconocido que llevar a cabo este proyecto “ha sido muy laborioso” y ha señalado que en la elección de las imágenes se ha tenido en cuenta el espacio expositivo. “Hemos querido centrarnos en una sola sala y no trabajar en los espacios externos a ella, con el objetivo de hacer una lectura menos compleja”.

Esta es la tercera gran exposición retrospectiva que se dedica al premio nacional de fotografía 2000, después de las celebradas en el Museo Reina Sofía, en 1999, y en la Fundación Telefónica en 2006, muestra que ha viajado durante ocho años en los que ha tenido 40 presentaciones en países dispares.

Borja Casani, quien también fue comisario de la exposición de Telefónica, ha comentado que las obras exhibidas “representan una etapa de madurez” en la que “el dominio de su obra está claro”.

Según el comisario, de la obra de Madoz es conocido que trabaja con el lenguaje de los objetos “y que este es un lenguaje infinito del que permanentemente está hablando. A partir de unas ideas, busca, encuentra, manipula e incluso violenta el sentido de los objetos hasta conseguir que produzcan un pensamiento”.

El artista “utiliza la fotografía como herramienta de trabajo. Hace un retrato de una idea abstracta. Al reducir el sentido de los objetos con el blanco y negro de sus imágenes, les quita información alternativa y los convierte en objetos en si mismos”.

Para Borja Castani, la obra de Chema Madoz se caracteriza por su naturalidad, al trabajar con cosas que existen, a las que fotografía con luz natural, consiguiendo con ello representaciones de ideas subjetivas. Así ocurre, por ejemplo, con la imagen elegida para el catálogo, en la que aparece una avestruz con la cabeza metida en un gran huevo y “que define la actitud contemporánea”.

Otras características del fotógrafo madrileño son “la precisión y la elegancia, que es la capacidad de elegir correctamente, algo que caracteriza fundamentalmente la obra de Madoz”, en opinión del comisario.

Castani ha considerado que la muestra, que abrirá mañana sus puertas, “plantea un paseo por el entendimiento y deja en manos del que mira el completar el sentido de la foto. La obra de Chema Madoz produce felicidad”. EFE