El interior de Castellón vive este año una tormenta perfecta que asola uno de sus tesoros más preciados, los campos de olivos, y sus agricultores y cooperativistas se afanan ahora en pensar cómo afrontar una profunda crisis de la que tiene tanta culpa la meteorología como un incendio histórico, el de Bejís.EFE/ Domenech Castelló

El fuego y el clima arrasan el 90% de olivar en el despoblado corazón de Castellón

Castelló (EFE).- El interior de Castellón vive este año una tormenta perfecta que asola uno de sus tesoros más preciados, su olivar, y sus agricultores y cooperativistas se afanan ahora en pensar cómo afrontar una profunda crisis de la que tiene tanta culpa la meteorología como un incendio histórico, el de Bejís.

La merma en la producción del aceite de oliva en la comarca del Alto Palancia oscila entre el 80 y el 90 %, según los datos recabados por EFE, por lo que ante ese desastre económico se apela a la población para que consuma otros productos de la zona, como las nueces y el vino, y a las familias para que vean que “en el campo hay futuro” y debe mantenerse vivo.

¿Y cuáles son las razones de esa merma? Una meteorología desfavorable, primero con demasiada lluvia y luego con sequía, y un incendio que comenzó en Bejís a mediados de agosto y durante dos semanas arrasó sin control, en municipios como Altura, Barracas, El Toro, Jérica, Sacañet, Teresa, Torás y Viver, 18.522 hectáreas.

Llamamiento urgente

Alcaldes, agricultores y cooperativas apelan a no abandonar el campo, a que los jóvenes sepan que se puede vivir de los cultivos tradicionales y desarrollar en el interior su proyecto de vida porque “la agricultura es viable”.

El director de la Cooperativa Sagrado Corazón de Altura, Luis Velázquez, calcula que la producción de aceite de oliva ha caído un 80 % por la meteorología desfavorable del último año que ha sufrido el olivar.

De febrero a marzo de 2022 llovió mucho y no hubo sol, señala Velázquez. Además, entraron hongos a los olivos y la floración no fue adecuada, y la posterior sequía terminó de completar el cóctel de condiciones desfavorables.

El desastre del incendio de Bejís

El incendio de Bejís no afectó a esta almazara de Altura, porque en esa zona calcinó principalmente terreno forestal, pero sí dañó los cultivos de la mayoría de socios de la Cooperativa de Viver, donde se calcula que la merma -entre el incendio y la meteorología- llega al 90 %.

Municipios como Bejís, Torás o Teresa han perdido gran parte de sus cultivos de olivos. La alcaldesa de Bejís, María José Madrid, ha explicado a EFE que ni siquiera han abierto su cooperativa, porque “los pocos que han podido coger algo de oliva se la han llevado en un camión -que facilitó el consistorio- hasta la de Viver”.

La cosecha de olivar en el interior de Castellón se ha reducido casi un 90% este año.EFE/ Domenech Castelló

En Bejís, cuyo término municipal quedó casi totalmente calcinado a excepción del núcleo urbano, no cesan los trabajos de arreglo de caminos y limpieza de superficies, se espera poder comenzar pronto la retirada de árboles del monte y se está poniendo todo el empeño en no perder población y seguir atrayendo a los veraneantes para mantenerse vivo.

El alcalde de Sacañet, Miguel Gámiz, explica que este pueblo no tiene cultivo de olivos, pero el incendio “ha contribuido a que se abandone más la tierra”, lo que dificulta “aún más” que la gente “quiera volver a los pueblos”.

En un municipio de apenas 67 habitantes, lo que les queda a los vecinos, según su alcalde, es sentarse “a recibir la pensión”. “Hay que hacer cosas; si no, desapareceremos”, se lamenta Gámiz.

El valor del olivar

Desde la Cooperativa de Viver apelan a ensalzar el campo para no perder población. Cati Corell, responsable de Producción y Calidad de la Cooperativa de Viver, asegura a EFE: “Necesitamos que la población mantenga vivo el paisaje y la agricultura”, porque “de otra manera va a ser muy complejo hacerlo”.

“No se trata de que la gente subsista con lo mínimo”, explica Corell, sino de que sepan que “el campo tiene futuro”.

El problema, según explica, es que en el Alto Palancia “hablamos de una agricultura de montaña”, con una media de edad en su población “bastante elevada”, y todo esto “dificulta a la hora de recuperarse de una situación como la que se vive ahora” con esta merma en la producción de aceite en su olivar.

“Si esto te coge con 20 años y una extensión en llano grande, sería un esfuerzo pero se podría reenfocar”, explica la responsable, pero “hay gente mayor, con cansancio acumulado y con escaso relevo generacional”.

Las cooperativas, señala, hacen “grandes esfuerzos y las tierras se gestionan de manera común” para tratar de sacarlas adelante, pero “estas semillas florecerán si la población y el territorio tienen ganas y energía para hacer algo”.

La complicidad del consumidor

Y pide Corell la complicidad del consumidor, como “cuando llegó la pandemia, todo se cerró y la agricultura era considerada esencial”. “Necesitamos que entiendan que seguimos siendo una actividad esencial”, apostilla.

“Es muy bonito subir al pueblo en verano, y lo seguirá siendo mientras la gente lo mantenga vivo”, pues de lo contrario, alerta, “se quedarán sin carnicerías, sin panaderías, sin bar…”.

Por ello trabajan para ensalzar “lo autóctono, abrir las puertas” de sus casas y que conozcan “a las personas que hay detrás de los productos y sus vivencias, sus pesares y sus esfuerzos por ofrecerles lo mejor de la tierra”.

Recomienda este año, ante la falta de aceite de oliva, “que compren y regalen nueces y vino”, que gozan de gran calidad en la zona, y añade: “Si les convencemos de que consumiendo esto nos ayudan, ya habremos hecho una gran labor”, porque “esta travesía del desierto necesitamos hacerla de la mano de la gente que nos conoce y con la que podemos empatizar”.

Las cooperativas, añade Corell, son “expertas” en adaptarse a las circunstancias, “con toda la crudeza que tienen”, y están convencidas: “Vamos a hacer este camino y lo vamos a conseguir”. EFE