Una persona trabaja en una planta de residuos, en una imagen de archivo. EFE/Archivo

Igor, un traumatólogo ucraniano que tiene que trabajar en un ecoparque

Inmaculada Martínez | València (EFE).- Igor es un traumatólogo ucraniano con una experiencia de veintisiete años que no puede desempeñar su profesión en España por no disponer de la homologación del título, y aquí ha tenido que trabajar en ecoparques para percibir algún ingreso que complemente su labor como profesor universitario a distancia.

Dos días antes de la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022, este traumatólogo ucraniano de nombre ficticio Igor viajó a Tavernes de la Valldigna (Valencia) para ayudar a un colega a preparar una casa que había comprado y ha sido en este municipio de habla valenciana donde se han quedado durante todo este año.

Sin poder desempeñar la medicina ni encontrar empleo como conductor -tiene los permisos B y C-, ha trabajado como sustituto de vacaciones durante un mes en verano y otro en diciembre en los ecoparques de Simat y Cullera, y en los próximos días comienza un contrato de dos o tres meses en las instalaciones del ecoparque de Tavernes para cubrir la baja de una trabajadora embarazada.

Volver a casa

Es el motivo por el que no vuelve antes a su país, donde piensa regresar cuanto acabe este trabajo en mayo o junio “aunque siga la guerra” porque allí tiene casa, coche, trabajo y a su familia -su esposa y una hija treinteañera con trabajo-. “Para vivir aquí, necesito tener mínimo un trabajo”, asegura en una entrevista a EFE.

Cuando estalló la guerra, habló con su mujer por teléfono y decidieron que era mejor que se quedara en Valencia, con la esperanza de trabajar como médico.

Después de un año, tiene casi decidido volver a su ciudad, Járkov, situada a 30 kilómetros de la frontera rusa y en parte destruida por las armas, y a su casa, aunque su mujer permanezca en Ivano-Frankivsk, donde se trasladó por los bombardeos ya que en esta ciudad se encuentra cerca de la frontera con Polonia.

Allí intentará seguir con su vida anterior a la guerra, dedicada a la traumatología en el hospital más grande de su ciudad, de 1,5 millones de habitantes, y a la docencia en la Universidad de Járkov, donde muchos estudiantes extranjeros (árabes, africanos e indios) abandonaron el país cuando empezó la guerra.

Con su colega catedrático acudieron a Madrid al Ministerio de Universidades a preguntar cuándo podrían tener la homologación del título de Medicina y les dijeron que tardaría dos años. “Para mí es una tontería porque tengo una experiencia de veintisiete años y puedo trabajar”, lamenta.

Igor conocía España como turista por sus viajes en pareja a lugares como el País Vasco, Santander, Madrid, Málaga o Cataluña; ahora conoce como usuario cómo funcionan las organizaciones de Cáritas y Cruz Roja. EFE