La profesora de la escuela de flamenco 'Castañuelas rosas' Alba Aguilar durante una clase. EFE/ Daniel Pérez

Flamenco como terapia ante enfermedades crónicas

Daniel Luque |

Málaga (EFE).- La escuela de flamenco ‘Castañuelas rosas’, dirigida a mujeres con enfermedades crónicas como fibromialgia o que hayan padecido cáncer, funciona como terapia para ayudar a estas personas a que, a través de la danza y del apoyo mutuo, lidien con estas dolencias.

Este grupo de mujeres, con dolores más o menos intensos, sacan fuerzas de donde pueden para no faltar a su doble cita semanal con unas compañeras a las que ya consideran familia. Ahora ya no solo les une el dolor de sus respectivas enfermedades, sino también la pasión por la música y una profunda amistad que se ha forjado sobre un tablao flamenco.

El proyecto de Fundación El Pimpi, que en febrero cumple un año, tiene un doble objetivo cultural y solidario: ofrecer una actividad a mujeres con una enfermedad o dolor en común que “a veces no son comprendidas” y “perpetuar la tradición andaluza”, según explica a EFE la gerente de esta entidad, Rocío González.

Solidaridad a través del baile y la cultura

Para crear este grupo de mujeres, la Fundación se puso en contacto con la Asociación Española Contra el Cáncer de Málaga, ASAMMA (Asociación Atención a Mujeres Operadas de Cáncer), APAFIMA (Asociación de Pacientes de Fibromialgia y Síndrome de Fatiga Crónica de Málaga), la Asociación Lupus Málaga y Autoinmunes y la Asociación de Parkinson de Málaga.

La idea de crear esta escuela de flamenco surgió gracias a la profesora de danza Alicia Vicario, a la que detectaron fibromialgia.

La profesora de la escuela de flamenco 'Castañuelas rosas' Alba Aguilar durante una clase varias alumnas que padecen enfermedades crónicas.
La profesora de la escuela de flamenco ‘Castañuelas rosas’ Alba Aguilar durante una clase varias alumnas que padecen enfermedades crónicas. EFE/ Daniel Pérez

Consciente de su dolencia, decidió hacer un llamamiento para que otras mujeres como ella pudieran mejorar su calidad de vida a través del ejercicio físico y no se sintieran solas.

Unas 35 alumnas forman parte de estos talleres adaptados a sus necesidades, que acuden el martes por la tarde y el viernes por la mañana al centro social Rafael González, en el distrito de Carranque, en Málaga capital. Algunas faltan clase al tener citas médicas o dolores que les impiden moverse de la cama.

Dolores que remiten y sonrisas que nacen

Loli, la más joven del grupo, padeció cáncer de mama y todavía no tiene el alta completa. Asegura a EFE que asistir a la escuela, la cual conoció a través de ASAMMA, es “una maravilla” que le hace “olvidarse de los dolores” y añade que éstos han remitido y que bailar y “el cachondeo” vienen muy bien para el cuerpo y la mente.

Marisol es una de las últimas incorporaciones a la escuela y un ejemplo de que, con tesón y esfuerzo, se puede salir adelante.

Gracias a este proyecto está dejando atrás una fuerte depresión ocasionada por la fibromialgia y por el cáncer de mama que padeció hace unos años y ahora se encuentra “más alegre” y con más ganas de salir a la calle.

La profesora de la escuela de flamenco 'Castañuelas rosas' Alba Aguilar, imparte una clase a varias alumnas con enfermedades crónicas.
La profesora de la escuela de flamenco ‘Castañuelas rosas’ Alba Aguilar, imparte una clase a varias alumnas con enfermedades crónicas. EFE/Daniel Pérez

Otra Loli, Godoy, explica a EFE con los ojos vidriosos que este proyecto estaba ideado para ella y que el baile siempre ha sido su pasión. El cáncer de mama y de vejiga que tuvo no la detuvieron. Se apuntó a la escuela para demostrarse a sí misma que podía salir adelante y hacer frente a su ansiedad, “la mejor decisión” que pudo tomar.

Este grupo de mujeres -de entre 45 y 65 años- ríen, bromean, se abrazan y comparten confidencias cuando están juntas, demostrando el fuerte vínculo que han forjado en tan poco tiempo. A pesar de sus dolores, demuestran su habilidad con las castañuelas y su coordinación y movilidad al bailar flamenco o malagueñas.

Les dirige la profesora Alba Aguilar, una joven de 25 años que es consciente de que la fatiga es mayor para este colectivo de mujeres, que descansan o beben agua después de una o varias coreografías. Algunas se quejan, otras se sientan. Sin embargo, todas regresan al parqué para seguir adelante y continuar bailando.