Un disciplinante se golpea tras ser pinchado durante el Vía Crucis del municipio riojano de San Vicente de la Sonsierra, que acoge a los "picaos", quienes, con el rosto cubierto, flagelan su espalda, donde se autogolpean entre 800 y 1.000 veces con una madeja para, después, ser pinchados 12 veces con una "esponja" de cera virgen repujada de cristales y curar sus heridas con agua de romero. EFE/ Raquel Manzanares

Los “picaos” vuelven al Vía Crucis de San Vicente de la Sonsierra (La Rioja)

Logroño, 7 abr (EFE).- Seis “picaos” han realizado este viernes el Vía Crucis de San Vicente de la Sonsierra (La Rioja) en la segunda jornada en la que se repite este ancestral rito, y lo han hecho con una dificultad añadida, el polvo de los caminos que conducen al “calvario” de la localidad, azotada como tantas otras por la falta de lluvias.

Un disciplinante es pinchado durante el Vía Crucis del municipio riojano de San Vicente de la Sonsierra, que acoge a los "picaos", quienes, con el rosto cubierto, flagelan su espalda, donde se autogolpean entre 800 y 1.000 veces con una madeja para, después, ser pinchados 12 veces con una "esponja" de cera virgen repujada de cristales y curar sus heridas con agua de romero. EFE/ Raquel Manzanares

El Viernes Santo vuelve a tener dos salidas de los “picaos”, que reviven esta ancestral tradición de “disciplinarse” hasta sangrar, guiados por la Cofradía de la Vera Cruz de San Vicente.

Un par de disciplinantes durante el Vía Crucis del municipio riojano de San Vicente de la Sonsierra, que acoge a los "picaos", quienes, con el rosto cubierto, flagelan su espalda, donde se autogolpean entre 800 y 1.000 veces con una madeja para, después, ser pinchados 12 veces con una "esponja" de cera virgen repujada de cristales y curar sus heridas con agua de romero. EFE/ Raquel Manzanares

Pero en esta ocasión, a diferencia de Jueves Santo, el recorrido de las procesiones es más largo y llega hasta un monte próximo, con los “picaos” como testigos de las estaciones del Vía Crucis.

Un sufrimiento al que se ha añadido en esta ocasión el polvo levantado por el viento, persistente toda la mañana y que ha dado un mayor sentimiento de sacrificio, incluso de recogimiento entre las miles de personas que han seguido la procesión, que se repetirá para conmemorar el Santo Entierro, de nuevo con disciplinantes.

Los “picaos” han realizado el recorrido cubiertos en todo momento con una capucha y un hábito blanco con una abertura en la espalda, en la que se golpean durante el recorrido con una madeja de algodón que pesa casi un kilogramo; en unos veinte minutos se calcula que cada uno de los “picaos” se asesta entre ochocientos y mil latigazos.

Tras la “disciplina”, el “práctico” que acompaña a cada disciplinante, le golpea levemente tres veces cada lado la zona lumbar de su espalda, lo que le permite que brote un poco de sangre y evitar molestias posteriores.

Los cristales que contiene la “esponja” y que el práctico utiliza para el “picado” permiten que cada disciplinante reciba 12 pinchazos, que simbolizan a los 12 apóstoles, tras lo que se le practica un lavado higiénico y sanitario con agua de romero para que no haya efectos sobre la punción y los hematomas producidos.