El cambio en el paradigma del fútbol chino. EFE/Daniel Pockett

El cambio en el paradigma del fútbol chino

Guillermo Benavides |

Pekín (EFE).- El fútbol profesional chino ha sufrido un cambio radical en los últimos años, pasando de gastos multimillonarios a inversiones mucho más comedidas, influenciadas éstas por medidas de control y acrecentadas por la pandemia de covid.

Una metamorfosis que se ha llevado por delante al menos a 24 clubes profesionales desde el 2020, desaparecidos entre casos de corrupción, bancarrotas y falta de interés entre los otrora propietarios de estos, que en su día copaban las noticias por sus rompedores récords en materia de salarios y transferencias en el mundo del fútbol.

Aunque este cambio en el paradigma no solo ha provocado la defunción de estos equipos, sino también la caída a los abismos de los antaño reyes indiscutibles de la Superliga china de fútbol con ocho campeonatos ligueros en la década anterior, el Guangzhou FC, conocidos antes con el apellido Evergrande de sus accionistas mayoritarios.

Auge y caída del Guangzhou Evergrande

Bajo la propiedad del gigante inmobiliario chino Evergrande desde el 2010, tras comprarle el equipo por 100 millones de yuanes (14,5 millones de dólares, 13,7 millones de euros) a Guangzhou Pharmaceutical, el club consiguió el ascenso a la máxima categoría en su primer intento con sus nuevos propietarios.

Desde entonces, con dos entorchados de la Liga de Campeones Asiática por el camino, la administración invirtió en fichajes un total de 324,58 millones de dólares durante diez años, con el tope marcado en los 44,39 millones de dólares que pagaron al Atlético de Madrid por el pase del colombiano Jackson Martínez en 2016.

Unas cifras que contrastan con el nulo gasto en transferencias de las últimas tres temporadas y que explican, en cierta medida, el descenso de categoría del equipo al finalizar la campaña de 2022 con una plantilla valorada en 3,69 millones de dólares según el portal Transfermarkt.

El grupo Evergrande, que acumulaba a mediados del año pasado un pasivo superior a los 300.000 millones de dólares, también empezó la construcción de un estadio para 100.000 espectadores estimado en 1.878 millones de dólares, pero en agosto de 2022 confirmó que cancelaba el proyecto y recibiría una compensación de 818 millones de dólares para hacer frente a las deudas contraídas por las obras.

Aunque las grandes esperanzas estaban puestas en la academia de fútbol más grande del planeta, que albergaba a más de 2.500 jóvenes futbolistas y 50 campos de entrenamiento tras una inversión de 185 millones de dólares y con la que el presidente de China, Xi Jinping, esperaba que un día “les gane la Copa del Mundo”.

Transcurridos diez años desde que abriera sus puertas, ningún jugador formado en esos terrenos para “revitalizar el fútbol chino y cultivar futuras estrellas del deporte” ha alcanzado el primer equipo para quedarse y liderarlo.

Grandes inversiones deficitarias

El caso del Guangzhou FC es solo el más reciente, aunque posiblemente el que mejor represente el ascenso y caída de los ahora juguetes rotos de varios inversores que acudieron al llamado del presidente Xi para relanzar el fútbol patrio con el objetivo de clasificar a China para un Mundial, primero, organizar el torneo después, y ganarlo como guinda antes de 2050.

La historia del Jiangsu FC, propiedad del conglomerado Suning, también es significativa de la situación del fútbol chino, tras gastarse más de 177 millones de dólares en sus últimos cinco años de vida y en especial 106 millones de dólares solo en la temporada 2016 del campeonato asiático.

El ahora desaparecido club, campeón de la edición 2020 de la Superliga, anunció apenas tres meses después de alzarse con el trofeo que suspendía sus operaciones inmediatamente ante los problemas económicos que atravesaba su propietario.

El Tianjin FC, de la compañía de medicina tradicional Quanjian, que en sus últimos cuatro años se gastó más de 166 millones de dólares, o el Chongqing FC, propiedad de la tecnológica Dangdai, son otros dos ejemplos de grandes inversiones, muchas veces más interesadas en la autopromoción que en el desarrollo del deporte rey, que terminaron con la disolución de clubes de la Superliga.

Más parecida a la situación del Guangzhou FC ha sido la del Hebei FC, que en su día se permitió contratar a Ezequiel Lavezzi y Javier Mascherano, pero que descendió esta temporada tras empezar con menos tres puntos tras una sanción por impago de los salarios a sus jugadores y no conseguir sumar ningún dígito a lo largo del año.

Control estatal fuera del terreno de juego

Todo este desenfreno en el gasto provocó que las autoridades chinas quisieran controlar la estabilidad a corto plazo del fútbol profesional en el país con una serie de medidas que frenaron en seco la inversión.

En 2017 la Asociación China de Fútbol (CFA) aprobó un impuesto del 100 % a los fichajes de jugadores extranjeros por más de 6,4 millones de dólares para evitar “inflar los precios” y “buscar éxitos a corto plazo”.

La siguiente decisión, tomada dos años después, limitó el tope salarial para estos futbolistas en 3,3 millones de dólares netos, en busca de impedir situaciones como las del argentino Carlos Tevez en 2017, que aún hoy en día sigue provocando resquemor entre los aficionados chinos, ya que declaró que estuvo “siete meses de vacaciones en China” por 40 millones de dólares.

Esta fue de la mano con la de prohibir los “apellidos” comerciales dentro de la nomenclatura de los clubes, por lo que los Evergrande, Quanjian y Fortune, que buscaban promoción con sus inversiones, tuvieron que dejar paso a los más tradicionales “Football Club”.

Ya durante la pandemia en 2020, la CFA limitó el gasto anual de cada escuadra en 75,4 millones de dólares, sentando así todas las bases, en su segundo intento, por llevar a cabo el plan con el que esperan llevar al fútbol chino a lo más alto en 2050.