Madrid (EFE).- Con motivo del 20 aniversario del matrimonio igualitario, EFE habla con cuatro parejas de Barcelona, Valencia y Madrid sobre aquella ley que les cambió la vida y que les permitió cumplir su sueño: formar una familia «como todo el mundo».
Veinte años de la primera boda de dos mujeres en Barcelona
En el verano de 2005 se escuchó por primera vez en la historia un ‘Vivan las novias’ en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona. Las protagonistas fueron Joana Roch y Sabine Bisbe, activistas por los derechos LGBTIQ+. Dos décadas después, siguen felices en lo personal, aunque creen que los avances del colectivo a nivel mundial están viviendo «cierta regresión».
Así lo ha explicado Joana en conversación con EFE desde Blanes (Girona), donde ahora reside este matrimonio cuya primera boda simbólica tuvo lugar en 1980, cuando se intercambiaron dos anillos sin firmar más papeles, pues todavía quedaban 25 años para que la ley del matrimonio igualitario en España fuera una realidad.
«Me preocupa que vemos cierta regresión, sobre todo entre alguna gente joven que no es consciente de cómo vivíamos antes, perseguidos y sin derechos», ha reflexionado Roch, quien reivindica «los mismos derechos que cualquier heterosexual».
De su boda «oficial», recuerda que fue «un día espectacular», con periodistas esperándolas en la puerta y filmando aquel «os declaro mujer y mujer» y gente que las paraba por la calle para darles las gracias por «dar la cara».
«Para nosotras casarse no tenía nada que ver con nada religioso. Significaba ser reconocidas oficialmente, ante la ley, como ya nos reconocían nuestra familia, amigos y vecinos», explica.
La pareja dice no tener fotos impresas del gran día a pesar de que, paradójicamente, llenaron portadas y reportajes en la prensa escrita, televisiones y radios. Su álbum de bodas es la propia historia.

Dos bodas igualitarias durante la visita del papa Benedicto
Dos bodas simultáneas, de dos parejas de gais y lesbianas, celebradas en un casal valenciano durante la visita del papa Benedicto XVI como una «reivindicación» de la diversidad y los derechos LGTBI: el casamiento de Sergi con José y de Luisa con Núria fue «un David contra Goliat» en toda regla.
Algunas de las primeras personas que se beneficiaron de esta ley en la Comunitat Valenciana recuerdan con alegría lo que supuso conseguir ese derecho para el colectivo aunque ahora temen que hay que luchar por no perderlo ante el retroceso que vive la sociedad.
Así lo cuentan a EFE, el concejal de Compromís en València Sergi Campillo, y su marido, el exactivista de Lambda José de Lamo, y la también edil de la coalición Luisa Notario, que hicieron coincidir su boda doble con la visita del papa Benedicto XVI a la ciudad como una «reivindicación» de que existía un tipo de familia diferente a la que defendía la Iglesia.

Adrián y Fer, una boda tras 20 años de matrimonio igualitario
Adrián y Fernando se han casado en Tarifa (Cádiz) en el Día del Orgullo y cuando se cumplen veinte años de la aprobación del matrimonio igualitario. Un enlace que ha generado enorme alegría a familia y amistades y que viven con la naturalidad y normalidad de poder formalizar una familia «como todo el mundo».
«El hecho de que hoy en día la gente joven ya crece viendo que la gente del mismo sexo se puede casar y que es algo totalmente normal creo que abre muchas puertas y es importante. (…) Esa satisfacción de decir que la gente ya no tiene miedo, incluso generaciones mayores que durante muchos años han estado ocultas, da mucha alegría», explica Adrián en una entrevista con EFE.
Ambos eran unos niños aquel 30 de junio de 2005 en el que el Congreso de los Diputados aprobó definitivamente la ley del matrimonio igualitario, y recuerdan vagamente el hecho histórico, pero aseguran que la sociedad lo ha interiorizado y que ya se ve «con la naturalidad que merece» que dos personas del mismo sexo se casen.
«Hoy ni Fer ni yo hemos tenido problemas en decirle a todo el mundo que nos casábamos. (…) Se ha normalizado y es lo que debe ser, una cosa bonita que celebrar y a la que todos tenemos derecho», precisa Adrián.

Cuenta Fernando que la pareja se conoció en Twitter en 2014, y el noviazgo se ha prolongado una década. Fue el día de su décimo aniversario cuando se comprometieron, después de que Adrián aprobara la oposición para la que estaba preparándose.
«Creo que teníamos los dos muy en la cabeza casarnos. El día en que me lo iba a pedir yo saqué el tema de que podríamos dar un paso más y él me esquivaba la conversación porque tenía en casa preparada una sorpresa para pedírmelo», rememora Fernando.
Adrián señala que no se casan por «firmar», sino por «celebrar»: «Es una forma de decir que llevamos 10 años juntos, queremos compartirlo con la gente que queremos. Es una cosa bonita, es alegre. (…) Te apetece disfrutarlo, te apetece celebrarlo y decir ‘pues sí, nos queremos'».
La pareja destaca cómo las generaciones aún más jóvenes (ellos acaban de llegar a la treintena) no tienen reparos a la hora de mostrar sus afectos «con total naturalidad» y al mismo tiempo, cómo las más mayores «se atreven a dar el paso» tras años ocultas y escondidas.
Adrián cuenta el caso de un familiar de «bastante edad» que durante años vivió su homosexualidad escondido y presentó a su pareja como si fuera un amigo, pero hace dos o tres años se casó y lo compartió con toda la familia. «Es una alegría», resume.
Casarse justo el Día del Orgullo fue una casualidad que a esta pareja le ha parecido «un símbolo maravilloso» y defienden la importancia del matrimonio igualitario porque, en palabras de Adrián, ha abierto la puerta a más derechos: «El hecho de que puedas formalizar que eres una familia, la adopción, todo este tipo de temas son derehos que vienen como consecuencia del matrimonio».
«Antes, por ejemplo, tu pareja se ponía enferma y tú no tenías derecho a días de permiso porque no estabais casados, no érais nadie ante un registro. Evidentemente este derecho te ha permitido ganar muchísimos más dentro de esa normalización de la que hablábamos, que al final es la clave de esto, el poder vivir una vida normal como la de todo el mundo. Igualdad», concluye.