Ana Rodrigo |
Madrid (EFE).- La cara más visible del sinhogarismo son las personas que vemos durmiendo en la calle o haciendo largas colas para comer frente a entidades sociales, pero hay otros rostros menos palpables en esta situación, a veces temporalmente, como quienes pierden su empleo y no pueden pagar el alquiler o aquellos que se quedan sin hogar después de una catástrofe natural.
Las personas que viven en la calle y en los albergues son apenas el 10 % de ese fenómeno, el otro 90 % son aquellas que sufren esa situación de vulnerabilidad de manera puntual, durante unos días o semanas, que se quedan sin casa y son acogidos por amigos o familiares, o que piden apoyo a las administraciones para que les facilite un recurso, explica a EFE el director de Intervención e Innovación Social de San Juan de Dios Valencia, Juan Manuel Rodilla.
Podría afectar a unos dos millones de personas en España
Se estima que esta situación podría afectar a unos 2 millones de personas en España, el 4 % de la población, según cálculos de estudios en países próximos sobre la prevalencia de sinhogarismo (Italia 4 %, Bélgica 3,4 % o Inglaterra 7,7 %).
Según la tipología europea, las personas sin hogar son aquellas que no pueden acceder o conservar un alojamiento adecuado, adaptado a su situación personal, permanente y que proporcione un marco estable de convivencia, ya sea por razones económicas u otras barreras sociales, o por dificultades personales para llevar una vida autónoma.

Son personas que viven a la intemperie, en un espacio público, que duermen en albergues y centros, que sobreviven bajo amenaza de desahucio o sin pagar el alquiler en ‘vivienda insegura’, o que ocupan ‘viviendas inadecuadas’, como chabolas, hogares con hacinamiento o caravanas.
Cuanto más tiempo, más trauma
«La ciudadanía ve a las personas de sinhogarismo crónico y asocia el fenómeno a casos más graves, que acumulan mayores niveles de patología de salud mental y adicciones», explica Rodilla.
El experto destaca la importancia de la prevención y advierte de que «conforme las personas están más tiempo en calle acumulan más trauma y es más complejo para abordar su atención y tratamiento».
«Tenemos que ser conscientes de que es un fenómeno creciente que las personas de forma temporal se queden sin hogar. Hay que tener cuidado porque, cuanta más gente está puntualmente en esa situación, pasarán de ser episódicos a crónicos, si no ponemos medidas», advierte Rodilla, doctor en Ciencias Sociales.
Ocho de cada diez ciudadanos que están de una manera constante en el espacio público habrían sufrido algún tipo de violencia y una de cada cuatro mujeres, violencia sexual.
Jóvenes y madres con hijos
En la última década están aumentando dos perfiles que son muy significativos: jóvenes que se quedan sin trabajo y con dificultades para mantener la vivienda, y familias monomarentales con hijos, señala.
«Hace una década no sufríamos este fenómeno, era raro encontrarte en esta situación a una madre con un hijo y ahora, por ejemplo, en los centros de acogida se ven esos casos. No es un fenómeno aislado. Si sube el precio de la vivienda más que los salarios, más gente se ve afectada y, en un momento dado, cae en situación de calle», argumenta.
Con el aumento del coste de vida, hay muchas familias que viven semana a semana con los ingresos que entran en el hogar. Un retraso en el pago de un salario o la pérdida de un trabajo provocan que no puedan pagar el alquiler o asumir otros gastos.

«Hasta que encuentren una vivienda, esas personas pueden pasar momentáneamente a una situación de calle o piden apoyo y son alojados en recursos o en casa de conocidos. En el momento que vuelven a encontrar trabajo o que tienen ingresos, vuelven a poder acceder a una vivienda y salen de esa situación», explica este experto.
Alerta del aumento de casos de trabajadores pobres que no pueden permitirse una vivienda y que acaban alojados durante una temporada en un recurso de atención para personas sin hogar, como ‘rider’ y empleados en trabajos precarios.
Sin hogar después de catástrofes
La dana en Valencia dejó hace un año a miles de ciudadanos sin hogar de forma temporal. Muchos de los afectados perdieron su vivienda y se vieron de un día para otro sin hogar. Un sinhogarimo derivado de una catástrofe natural.
«Algunos fueron acogidos por familiares y amigos y hasta que pudieron encontrar una vivienda estaban en una situación de ‘vivienda inadecuada’ porque estaban en hogares probablemente masificados, donde vivían familias en una misma casa.
También, hubo gente que no tenía ese apoyo de su entorno y tuvieron que permanecer en viviendas también inadecuadas porque estaban sin rehabilitar o en malas condiciones.
«Muchas de estas situaciones son poco visibles porque son poquitos días, porque son personas que pasan por esa situación de manera transitoria, pero debemos ser conscientes de que esto va en aumento», advierte el responsable de intervención de San Juan de Dios Valencia.