Atem Mabior |
Yuba (EFE).- Ningún país sufre el conflicto sudanés que estalló hace ya casi cinco meses como Sudán del Sur, el Estado más joven y uno de los más pobres de África, que ha sufrido tanto la llegada de una oleada de refugiados como el retorno precario de cientos de miles de nacionales que vivían en el norte y que ahora difícilmente puede atender y sostener.
Sudán del Sur se separó de Sudán hace más de una década, pero el estallido del conflicto entre el Ejército Sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido ha puesto de relieve la existencia de los cientos de miles de sursudaneses que habían huido de la inestabilidad política en su país y que ahora han regresado por millares sin tener donde guarecerse.
Cerca de 350.000 civiles han vuelto al país, según datos de Naciones Unidas, entre refugiados y migrantes económicos que llevaban en el norte desde antes de la independencia.
Hacinamiento en los campos de desplazados

El Ministerio de Asuntos Humanitarios sursudanés y algunas organizaciones humanitarias han recibido a estos retornados, que no han podido llegar a sus zonas de origen debido al corte de carreteras en la temporada de lluvias y a su escasa capacidad económica y han quedado dentro de los antiguos campos de desplazados internos establecidos desde 2013.
Allí están hacinados y carecen de servicios básicos.
Tan solo en los campos de la ciudad de Renk, en el norte de la provincia del Alto Nilo, hay unos 150.000 repatriados desde Sudán.
“Estos retornados sufren condiciones muy críticas, porque nosotros, como autoridades locales, hemos proporcionado sólo campamentos, y hacemos un llamamiento a las organizaciones internacionales para que proporcionen ayudas de alimentos y medicamentos, especialmente a mujeres, niños y ancianos” dijo a EFE el gobernador del condado de Renk, Kak Paul Kak.
Martha Leek Yien, de 36 años, es una de estas retornadas que huyó al norte en 2013 y que decidió regresar debido a la nueva crisis, quien dijo a EFE que “no esperaba volver a Sudán del Sur otra vez. Ahora vivimos en condiciones difíciles, hay escasez de alimentos y medicamentos, las organizaciones dicen que la gente vino en gran número y no están preparados”.
Apuntó que “regresará a Sudán tan pronto como la situación mejore, pues es mejor para mí vivir allí”.
Complicaciones debido a las lluvias
La directora nacional del Comité Internacional de Rescate en Sudán del Sur, Caroline Nakidde Sekyewa, denunció a EFE que de momento “la tasa de respuesta de las organizaciones humanitarias no superó el 40 % de las necesidades totales. La situación actual requiere una mejor financiación para afrontarla”.
Por su parte, el ministro de Asuntos Humanitarios de Sudán del Sur, Albino Tak Akol, afirmó a EFE que se están haciendo todos los esfuerzos para llevar a estos retornados a sus aldeas”, algo que se hace complicado debido a la “estación de las lluvias y la falta de capacidad financiera”, por lo que pidió a las organizaciones internacionales “que den una mano”.
La prioridad de Sudán del Sur es atender a estos retornados y a eso se dedica la mayor parte del exiguo presupuesto gubernamental, lo que deja poco para los refugiados originarios del norte.
“Vivimos presiones sin precedentes. Recibimos un gran número de nuestros ciudadanos además de los refugiados sudaneses. No tenemos presupuesto suficiente, pero presionamos a las organizaciones para que les presten los servicios requeridos.
Ellos están en su segundo país y pueden integrarse en la sociedad y trabajar con normalidad en el mercado”, dijo el ministro.
De entre los más de 2,5 millones de personas desplazadas por el conflicto sudanés, según datos de Naciones Unidas, unos 122.000 cruzaron la frontera hacia Sudán del Sur establecida tras la independencia.
Para ellos se han establecido varios campamentos, como el de Wadwel, donde se encuentra Adame Mohamed, de 42 años, que escapó de Darfur con su mujer y tres hijos después de que su comercio fuese saqueado y sintiera que su vida estaba en peligro.
“Fue una nueva experiencia para mí y para mi familia el hecho de compartir un hogar humilde con los demás”, cuenta Mohamed a EFE, que asegura que no tiene dinero para iniciar ningún proyecto y que depende de la ayuda internacional.
La lluvia también es una complicación allí, que genera “el problema de las enfermedades”.
“La situación aquí es una miseria pero no tenemos opción. Esperamos que pare la guerra y regresemos a nuestras zonas para seguir nuestras vidas allí”, dijo.
Otro refugiado, Ismael Abdelsamad, de 50 años, que llegó con su madre y cinco hijos, apuntó que ahora siente la “seguridad que buscaba más que otra cosa” con su familia, a pesar de la situación de “miseria” que vive por la escasez de alimentos y el deterioro de situación sanitaria en un campamento, Doro, que reúne a unos 35.000 sudaneses.