Nana Grigorián que se marchó de Nagorno Karabaj en agosto rumbo a Israel en busca de su sueño: estudiar en un colegio internacional. EFE/Beatriz Arslanián

De Nagorno Karabaj a Israel: un sueño interrumpido por dos guerras

Beatriz Arslanián

Orgov (Armenia) (EFE).- Nana Grigorián se marchó de Nagorno Karabaj en agosto rumbo a Israel en busca de su sueño: estudiar en un colegio internacional. Jamás se imaginaba que solo un mes después sus padres tendrían que abandonar su hogar tras la capitulación de las autoridades y del Ejército karabajíes ante Azerbaiyán y que ella tendría que huir de una nueva guerra.

“Cuando decidí convertir la educación en mi arma en nombre de un futuro pacífico y estable para mi patria y mi comunidad, me encontré en un escenario inesperado y me vi sumida en una nueva guerra en otro país, lejos de mi hogar, en el mismo momento en el que perdía mi casa, mi nación y mi gente en el Karabaj”, relató Nana a EFE.

La joven, de 17 años, vivió durante su infancia la guerra de los Cuatro Días en 2016 y en su adolescencia la de los 44 días en 2020 desde su aldea de Koljozashén, a unos 35 kilómetros de la capital karabají, Stepanakert.

No llegó a vivir la última y definitiva operación militar de Azerbaiyán el 19 y 20 de septiembre, que acabó de facto con la autoproclamada república y que obligó a sus padres a huir a Armenia e instalarse en Orgov en una casa de unos parientes que viven en Rusia.

Nana no vio cómo su madre recogía frutos en un bosque cuando le sorprendió la artillería azerbaiyana y corría a casa. Tampoco estaba en el furgón conducido por su padre donde viajaban también su madre, su abuelo y sus hermanos menores para irse al “exilio” a Armenia.

Marcharse a Israel gracias a una beca

La muchacha había cruzado un mes antes bajo la protección de Cruz Roja el puesto de control azerí en el corredor de Lachín, única vía de comunicación entre Armenia y Nagorno Karabaj y sometido durante nueve meses a un bloqueo por parte de Azerbaiyán.

Una colecta de fondos efectuada por una ONG facilitó su deseo de continuar su educación secundaria en la Escuela Internacional del Mediterráneo Oriental de Tel Aviv.

Este internado, que tiene la misión de “hacer de la educación una fuerza para la paz”, entre otros valores, se iba a convertir en su hogar durante dos años.

Paisaje de la localidad de Orgov donde reside actualmente Nana Grigorián, que se marchó de Nagorno Karabaj en agosto rumbo a Israel en busca de su sueño: estudiar en un colegio internacional. EFE/Beatriz Arslanián

Pero la paz también se le escurrió de las manos en suelo israelí cuando el 7 de octubre el brazo armado del movimiento islamista Hamás atacó Israel.

“Estábamos durmiendo. El personal del colegio nos despertó y nos apresuramos hacia los refugios subterráneos. Corrió la noticia de que la guerra había comenzado en Israel”, cuenta Nana.

“En cada instante aquella situación me recordaba los escenarios que he visto desde mi infancia. Me dolía mucho ver todo eso y escuchar esos ruidos”, narra Nana.

La karabají decidió tras unos días regresar a Armenia y juntarse con su familia en Orgov.

El Gobierno armenio organizó un vuelo humanitario para evacuar a ciudadanos atrapados en medio de la guerra. Nana estaba incluida en una lista de los 190 pasajeros.

“Volví, pero no a mi pueblo, no a mi país”, dice en referencia a Nagorno Karabaj. “Volví a un lugar fuera de mi patria, a un lugar donde debo adaptarme”.

Primero Nagorno, después Israel

“La vida también me arrebató mi único deseo de estudiar”, se lamenta la joven, que confiesa sentirse mayor por las duras experiencias que le han tocado vivir.

No obstante, su alma parece haber encontrado serenidad en su nuevo jardín con árboles que se resisten al otoño en Orgov.

Piensa en lo que ha dejado en Koljozashén y su rostro dibuja una sonrisa cuando recuerda el Centro Juvenil Jané que, junto a sus amigos del pueblo, planificó abrir después de la segunda guerra del Alto Karabaj de 2020.

Nana asegura que invirtieron gran parte de su tiempo y aportaron sus ideas en este espacio que procuraría nueva energía a la aldea de alrededor de 250 habitantes. “Y todo se dio de forma que no pudimos disfrutarlo y lo perdimos”, lamenta.

Después de que el Karabaj se vaciara tras la victoria azerbaiyana y la disolución del territorio, perteneciente a Azerbaiyán pero poblado hasta entonces por unos 120.000 armenios, los jóvenes del pueblo de Nana se han perdido de vista.

Los karabajíes desplazados han sido repartidos en diferentes regiones de Armenia.

Pero aunque reunirse sea difícil, Nana y sus amigos aspiran a crear su centro juvenil en Armenia.

La muchacha confiesa que su vida ha cambiado y también sus anhelos. “Hoy simplemente tengo un sueño: volver a la patria que perdí, recuperar mi casa (…) en la que nací y crecí, donde dejé mis buenos y malos recuerdos”, dice con ojos llorosos.