Fotografía de archivo, tomada en junio de 2016, en la que se registró al exmilitar chileno Pedro Barrientos, a la salida del Tribunal Federal de Orlando, Florida (EE.UU). EFE/Gerardo Mora /ARCHIVO

Pedro Barrientos, el militar chileno que se jactaba de haber torturado y ejecutado a Víctor Jara

Por Javier Martín |

Santiago de Chile, (EFE).- Medio siglo después de que se jactara antes sus jefes y subordinados de haber dado el disparo definitivo al cantautor Víctor Jara, tras más de tres días de torturas sistemáticas en las entrañas del Estadio Nacional, el antiguo oficial del Ejército chileno Pedro Barrientos regresó hoy a Chile deportado desde Estados Unidos, donde se había ocultado, y fue arrestado por la Policía para hacer frente a la Justicia chilena.

El fin de un laberinto judicial que se enredó desde que en el año 2016 un tribunal estadounidense lo señalara como uno de los autores de la muerte del afamado compositor y activista, y que por apenas semanas no ha podido ver su principal impulsora, Joane Jara, viuda del artista, quien murió el pasado octubre.

Nacido hace 76 años, Barrientos era un joven oficial formado por instructores de la infausta Escuela de las Américas -financiada y gestionada por Estados Unidos en Panamá- al que junto con otro grupo de unidades golpistas se le asignó el control de todos aquellos que fueron detenidos durante el golpe de Estado contra el gobierno democrático del presidente socialista Salvador Allende, y llevados a la mayor prisión al aire libre, el Estadio Nacional.

Según diversas fuentes, formaba parte de un grupo de nueve oficiales formados en la igualmente infame Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes (Chile) que se encargaron de la represión y tortura sistemática de Jara y de los miles de personas que durante más de dos meses sufrieron en los camarines y gradas del coliseo.

Escondido en Estados Unidos

Fotografía de archivo, tomada en junio de 2016, el en la que se registró a Barrientos (d), junto a uno de sus abogados, a su llegada al Tribunal Federal de Orlando (Florida, EE.UU.). EFE/Gerardo Mora

Ocho de ellos -Hugo Sánchez, Raúl Jofré, Edwin Dimter, Nelson Haase, Ernesto Bethke, Juan Jara, Hernán Chacón y Patricio Vásquez- fueron condenados años atrás a cumplir la pena de 15 años y un día por el asesinato tanto del músico como del ex director de prisiones, Littré Quiroga

Solo Barrientos se había librado hasta la fecha, y lo hacía porque en 1989, previendo la posible caída de la dictadura de Pinochet, había logrado escapar a Estados Unidos con ayuda de antiguos colaboradores, y asentarse en Florida, donde logró la nacionalidad estadounidense y vivió como un cocinero anónimo durante más de dos décadas.

Hasta que en 2012, y en un documental de la televisión chilena, su caso volvió a salir a la luz a través de los testimonios de un soldado raso que esta a sus órdenes en el Estadio Nacional.

El soldado arrepentido

El testigo se llamaba José Adolfo Paredes Márquez, tenía apenas 18 años el día del alzamiento y ejercía, además, de guardaespaldas de Barrientos, al que consideraba ‘su padre’, pese a que tanto él como sus compañeros temían su carácter violento y sus castigos físicos, que incluían patadas y puñetazos.

Paredes contó, también ante el juez instructor del caso, que varias veces vio a Barrientos en el lugar en que se interrogaba, torturaba y ejecutaba a los presos junto a a otro teniente de Tejas Verdes, Jorge Smith, y que en una de esas veces vio a un grupo de detenidos con los ojos vendados a los que ambos insultaban y golpeaban, entre los que estaban Quiroga y Jara.

Al día siguiente, dijo, Paredes volvió a ver a ambos prisioneros, los dos en malas condiciones, momento en el que Barrientos decidió jugar a la ruleta rusa con uno de estos, escogiendo al creador de ‘El derecho de vivir en paz’.

Según su relato, el oficial mantuvo de pie al artista, quien tenía sus maltratadas manos esposadas en la espalda, y con su arma corta en la nuca, le disparó mortalmente.

Especial inquina tenía a Quiroga: Barrientos había estado preso meses antes por participar en “el Tanquetazo” del 29 de junio de 1973, el intento de golpe de Estado fallido previo, y acaba de quedar libre gracias al éxito del segundo alzamiento.

Barrientos (c) baja de un helicóptero de la Policía de Investigaciones (PDI), a su llegada a Santiago de Chile) EFE/Sebastián Moscoso

La declaración de Paredes la confirmaron otros soldados, en especial José Navarrete Barra, destinado en el Regimiento de Ingenieros Nº 6 “Azapa” de Arica, quien escucho una conversación años después de Barrientos y Smith sobre “cuando matamos a un artista”, “el comunista ese conchesumadre Víctor Jara a quien le pegué unos tiros”, dijo Smith ante lo que Barrientos reconoció haberle “..pegado un tiro en la cabeza a Víctor Jara”.

La mentira migratoria

Jara fue encontrado en un sitio eriazo pocos días después de su asesinato ocurrido el 16 de septiembre de 1973, con su cuerpo destrozado por 56 fracturas óseas y 44 balas. Junto a él fue hallado Littré Quiroga, abogado y militante del Partido Comunista, también con 47 fracturas en su cuerpo y 23 heridas de bala.

43 años después, un tribunal estadounidense consideró los hechos probados, pero Barrientos no fue extraditado a Chile porque su condición de ciudadano norteamericano lo impedía.

Una denuncia frente a inmigración, sin embargo, demostró que había mentido en su aplicación a la ciudadanía y apenas dos meses atrás fue despojado de la misma, lo que abrió la puerta a su deportación y a un posible juicio en Chile por torturar y asesinar a uno de los iconos de la música latinoamericana.