La periodista Paula Solana autora del libro "El club de los unicornios". EFE/ Quique García

Más allá del garaje y la tecnología: un ensayo periodístico desmitifica a los ‘unicornios’

Barcelona (EFE).- Suelen proceder de familias acomodadas, ser hombres, basar el éxito de sus empresas en un crecimiento ‘dopado’ y en aprovechar grietas del sistema y más que innovar reducen costes gracias a la tecnología. Y, con todo, envueltos en un aura de disruptivos han cambiado de forma profunda nuestro día a día.

Son los fundadores de los ‘unicornios’ -aquellas empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares- y la periodista Paula Solanas, que ha informado sobre estas firmas emergentes durante seis años, publica un libro sobre cuatro de sus máximos exponentes en España.

“El club de los unicornios”, editado por Península, va más allá del mito difundido en notas de prensa -el famoso garaje de Stev Jobs- y bucea entre las sombras que rodean a Glovo, Cabify, Jobandtalent e Idealista.

“Estas empresas hacen de intermediarios tecnológicos: han visto que había una bolsa de demanda muy grande y una bolsa de oferta muy grande, las han puesto en común y han explotado el ser quienes hacen esta conexión”, resume Solanas.

Un modelo de negocio, sin embargo, demasiadas veces solo posible a base de reducir costes laborales y de simplificar procesos y, al tiempo, menos innovador de lo que dicta el márquetin: “La mayoría de las empresas tecnológicas de las que hablamos normalmente son solo comercios en línea, es decir, venden por internet”.

Familia, amigos y conocidos

Oscar Pierre, fundador de Glovo, procede de una de esas familias catalanas que “en verano suele navegar en barco entre las rocas de la Costa Brava y pasa los inviernos al calor de la chimenea entre las montañas de la Cerdanya”, como relata la autora en su libro, que remonta hasta su bisabuelo el inicio de una dinastía bien avenida con los negocios.

De origen más humilde, Juan de Antonio, fundador de Cabify, estudió un máster en Stanford (Estados Unidos) becado por el ministerio de Educación.

Juan Urdiales y Felipe Navío son los fundadores de la aplicación de trabajo temporal Jobandtalent: uno andaluz y el otro balear, se conocieron en Madrid en la escuela de negocios católica Icade.

También estudió en Icade Jesús Encinar, fundador de Idealista, quien luego curso un MBA en Harvard, según reivindica tras haberse endeudado para lograrlo.

Más allá de estos cuatro casos, destaca Solanas, es habitual que los emprendedores sean hombres y cuenten con una cómoda posición social de partida, lo que les permite iniciar su andadura gracias a las tres F: Family, Friends and Fools (familia, amigos y conocidos).

Como señala la autora, y ante lemas como el “work hard, play hard” (trabaja fuerte, apuesta fuerte) propugnado por Cabify: “Cuando tienes una buena red de seguridad para evitar que la caída sea fatal, siempre lo puedes volver a intentar”.

Crecimiento acelerado a base de pérdidas

La mayoría de ‘unicornios’ serían inviables sin el apoyo de fondos de inversión, como demuestran las empresas examinadas en el libro, con la excepción de Idealista.

“Es como tenerlas dopadas”, resume Solanas. Solo el apoyo de estos fondos -que no es incondicional, ya que esperan poder rentabilizar la inversión antes o después casi siempre mediante una venta- posibilita el modelo de negocio, al menos durante los primeros años.

Ni Glovo (fundada en 2014) ni Cabify (2011) ni Jobandtalent (2009) han logrado hasta la fecha cerrar un ejercicio con beneficio neto.

Esa dependencia de recursos de terceros genera dinámicas de “estrés” para ir superando retos que, sin embargo, no es extraño que se vean neutralizadas por la “identificación” que sienten parte de los empleados con el proyecto de la empresa.

“Es como un estatus de erasmus laboral. Se difumina la frontera entre lo personal y lo laboral” en una plantilla que suele ser joven y ambiciosa, indica Solanas. De ahí las fotos de grupo con sudaderas con el logotipo de la empresa e inmaculadas sonrisas, agrega.

Las grietas del sistema

Este libro constata que Glovo no sería lo que es si sus repartidores fueran empleados de la empresa en vez de autónomos (lo que intenta remediar, de momento sin éxito, la ley Rider). Lo mismo se aplica a Cabify, que además opera con licencias de vehículos de alquiler con conductor (VTC) pensadas para otro tipo de actividad.

Si el trabajo temporal no estuviera tan generalizado, Jobandtalent no habría resultado un experimento exitoso. Si los precios de las rentas no se hubieran disparado y los alquileres temporales no se usaran de forma fraudulenta, Idealista tampoco sería omnipresente como lo es hoy, según constata este libro.

“La historia de los ‘unicornios’ nunca se podrá explicar sin tener en cuenta la batalla judicial que, en muchos casos, acompaña su ascenso”, recuerda Solanas en su libro, que en otro pasaje añade: “Es una realidad que incomoda, pero las ‘startups’ también generan precariedad, crean ambientes laborales tóxicos y se saltan las leyes”.

Por una tecnología más “horizontal”

Pese a lo anterior, estas empresas ya forman parte de nuestra cotidianidad gracias a que ofrecen “una especie de lujo a un precio muy asequible”. Nada lo resume mejor que el corto de Pau Rodilla citado en la obra: en él se retrata el laborioso día a día de un repartidor, que finaliza su jornada entregándole un pedido a otro ‘rider’, también agotado por las horas de trabajo.

Solanas, que ha entrevistado a casi un centenar de personas para elaborar el libro, defiende que a estas empresas emergentes hay que fiscalizarlas del mismo modo que a las grandes corporaciones e insiste en que ella no es “antitecnología”.

De hecho, apunta otra formas de “hacer tecnología”, más “horizontales”: entre otras, la aplicación de las ‘kellys’ (limpiadoras de habitaciones), la federación de cooperativas de entrega en bicicleta Coopcycle o la cooperativa de desarrollo de webs Jamgo.