Rpelica de la nao San Juan, antes de la botadura. EFE/Juan Herrero.

Sidra, luna llena y una pleamar viva en la fiesta de la botadura de la nao San Juan

Carlos López Izquierdo |
Pasaia (Gipuzkoa) (EFE).- Sidra para el bautizo y la luna llena que garantiza una pleamar viva son los principales ingredientes de la fiesta de la botadura de la nao San Juan, que este viernes ha besadop por primera vez las aguas del Cantábrico, tras un minucioso proceso constructivo de más de una década en el astillero tradicional Albaola de Pasaia (Gipuzkoa).


La réplica de la nave San Juan tiene 28 metros de eslora, 7,5 de manga y 6 de puntal. El original se hundió en 1565 tras encallar en aguas de la localidad canadiense de Red Bay, sin que por suerte ninguno de sus 60 tripulantes muriera en el accidente.

Botadura de la Nao San Juan


El pecio se localizó en 1978 a diez metros de profundidad gracias a las pesquisas realizadas por la historiadora Selma Huxley y a las campañas del Servicio de Arqueología Subacuática de Parks Canada dirigido por Robert Grenier, cuya esposa Caroline será la encargada del bautismo de la nueva nao.

Desde hace más de una década la fundación Albaola construye en Pasaia (Gipuzkoa) una réplica de la nao San Juan. EFE/Juan Herrero.


Ha sido con sidra y no con champán, como ha desvelado Xabier Agote, ‘alma mater’ de Albaola y principal promotor de este proyecto, quien ha dado cuenta en una rueda de prensa de los principales detalles de la botadura, en la que además de autoridades españolas, canadienses y del País Vasco ha asistido una representación de las tribus indias que en el siglo XVI convivieron con los marineros vascos en las explotaciones balleneras de Terranova y el Labrador.


El protagonismo de la sidra en la ceremonia tiene su razón de ser, ya que fue la bebida empleada habitualmente en los viajes transoceánicos de la San Juan, en los que, por su larga duración, el agua se estropeaba al poco tiempo en las propias barricas de almacenaje.

Marea alta


El ‘vino de manzana’ tenía además otra virtud: es poco alcohólico, hidrata bastante y contiene la vitamina C que protegía a los marineros de algunas enfermedades habituales en este tipo de singladuras.


Los técnicos de Albaola han aprovechado la marea alta para, a partir de las 17.00 horas, comenzar a soltar mediante una cadena el carro sobre el que está montado el casco de la nao, una nave ‘panzona’ diseñada en su momento para albergar un millar de barricas de aceite de ballena.


Poco a poco, la imponente estructura de madera de roble se ha deslizado por unos carriles hasta alcanzar el agua.

El navío vuelve a la mar


Cinco siglos después, el viejo navío ha vuelto así a la mar. Su enorme bodega ha quedado cubierta por el agua, y un remolcador lo ha trasladado hasta un emplazamiento técnico, donde durante el invierno continuará la construcción en una nueva fase en la que deberá ser equipado aún con la arboladura (mástiles y velas), el ancla y la motonería, entre otros efectos.


Paralelamente, Albaola ha contactado ya con el Museo del Traje de Madrid para colaborar en las réplicas de la vestimenta de los 40 marineros con los que en 2027 pretende reconstruir uno de los viajes de la nao hasta Canadá, del mismo modo en que se hacían en el siglo XVI.


Además, ha iniciado conversaciones con representantes de la etnia gitana: los caldereros que por aquel entonces se encargaban de hacer las enormes tinas en los que se derretía la grasa de ballena y que también quiere transportar cuando por fin acabe la construcción de la San Juan.


Una labor que, según ha explicado Agote, a lo largo de todos estos años ha posibilitado recuperar una forma de trabajar «completamente olvidada». «Hemos partido de la nada para recuperar un universo extraordinario» y «devolver una memoria colectiva» que quedó atrás, ha recalcado.