Imagen de archivo del médico onubense y escritor afincado en Sevilla Julián Granado. EFE/EDUARDO ABAD/Archivo

Otto Engelhardt, de fundar Sevillana de Electricidad a la fosa común

Alfredo Valenzuela I Sevilla, (EFE).- Acabó en una fosa común fusilado por Queipo de Llano, pero antes fue el primer director de la Compañía Sevillana de Electricidad, instaló el tranvía en Sevilla y fundó un laboratorio farmacéutico: Una “vida apasionante” la de Otto Engelhardt que el escritor Julián Granado ha novelado en “Todos los Engelhardt”.

“Es más una novela que otra cosa”, ha advertido Granado en entrevista con EFE sobre su décimo cuarto libro -también ha dedicado novelas a personajes históricos como Mendizábal y Ferrer Guardia-, titulado “Todos los Engelhardt” (Pábilo) porque no se detiene en la figura de “don Otto el del tranvía”, como se le conoce en la Sevilla de antes de la Guerra, sino que se ocupa de la saga familiar que el ingeniero alemán fundó en Sevilla.

“Es una familia que tenía sus curiosidades”, ha señalado Granado al referirse al hijo de Otto, Conrado Engelhardt, al que se dio por muerto en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y quien en su regreso a Sevilla fundaría junto a su padre el laboratorio Sana Vida, en el que entre otros productos fabricaron un célebre jarabe reconstituyente.

Otto Engelhardt fue cónsul de Alemania en Sevilla

Granado ha explicado que Otto Engelhardt llegó a Sevilla en 1896 con treinta años recién cumplidos, para dirigir la compañía Sevillana, al frente de la cual construyó la central eléctrica del Prado de San Sebastián, hoy desaparecida pero que fue edificio emblemático de la eléctrica.

Durante la Primera Guerra Mundial fue cónsul de Alemania en Sevilla y desempeñó labores de espía, aunque se negó a sacar adelante una operación clandestina para volar un barco en el Puerto de Sevilla con la idea de romper la neutralidad española.

Aquella negativa supuso el inicio de su declive y le costó hasta su cese como director de la compañía Sevillana, según Granado, quien señala que el ingeniero fue cavando literalmente su propia tumba con los artículos que escribía en “El Liberal”, dirigido por el periodista José Laguillo, contra Hitler y el ascenso del nazismo en su país.

El nuevo cónsul alemán en Sevilla que lo sustituyó en el cargo siempre lo tuvo en su punto de mira y al estallar la Guerra Civil exigió su cabeza al general Queipo de Llano, quien no obstante tardó unos meses en satisfacer la demanda germana, ya que no fue hasta septiembre de 1936 cuando un piquete sacó a Engelhardt del hospital en el que convalecía de una tromboflebitis.

De ese modo fue fusilado y sus restos terminaron en la fosa común de Pico Reja, sobre la que recientemente se ha hecho el documental “Pico Reja, la verdad que la tierra esconde”, premiado en el Festival de Cine de Málaga.

Un palacete de estilo neumudéjar

Entre las curiosidades biográficas del ingeniero, Granado ha destacado que su primera esposa, una alemana llamada Anna, fue amiga de Rosa Luxemburgo y que el propio Engelhardt mantuvo correspondencia con ella, a la que admiraba hasta el punto de asistir en Alemania al juicio contra sus asesinos, tras el cual dijo sentir vergüenza de ser alemán, en lo que fue un peldaño más en el alejamiento que por razones políticas tuvo de su país, hasta acabar renunciando a la nacionalidad alemana.

De la vida de Engelhardt queda un vestigio bien visible en Sevilla, un arruinado palacete de estilo neumudéjar que, con el nombre de Villa Chaboya, fue el domicilio familiar del ingeniero, ubicado frente a Sevilla en la falda de la loma de San Juan de Aznalfarache, localidad que junto a la de Camas conectó el tranvía cuyo trazado diseñó él mismo.

Aunque ha acabado construyendo una novela, Granado ha documentado la vida de Engelhardt y, como parte de esa investigación, ha mantenido relación con su biznieta Ruth Engelhardt.

La segunda esposa de Otto, una sevillana con la que no tuvo descendencia llamada Mercedes Granado, llevó el mismo apellido del autor, coincidencia de la que también se ha valido Julián Granado para, estableciendo un juego de autoficción, introducirse él mismo en su propia narración. EFE