Mujeres y hombres estudian en la escuela realizada con bloques de hormigón, palés y plásticos en El Hoyo, uno de los muchos asentamientos de chabolas en los que inmigrantes africanos residen para trabajar en el campo de Níjar (Almería). EFE / Carlos Barba

Una escuela de y para los migrantes entre chabolas

Miguel Martín Alonso I Níjar (Almería), (EFE).- El Hoyo es uno de los muchos asentamientos de chabolas en los que migrantes africanos residen para poder trabajar en el campo de Níjar (Almería) y en este lugar sus propios residentes han levantado una particular escuela con bloques de hormigón, palés y plásticos para mejorar sus oportunidades en España.

Con sillas propias de un colegio, pizarras y la voluntad de voluntarios de onegés que acuden varios días a la semana, esta población marroquí aprende español y resuelve todo tipo de dudas para poder prosperar lejos de los suyos, muchas veces tras una larga jornada bajo los plásticos en los que crecen las frutas y hortalizas que han hecho famosa a esta provincia.

María Ruiz Clavijo es educadora social del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), que acude desde hace aproximadamente un año a El Hoyo para ofrecer clases de español, acompañamiento personal, etc., a estas personas.

“Cuando empezamos a dar aquí las clases, se daban a la intemperie. En verano no hay mucha dificultad, pero el problema llegaba en el invierno. Convocamos a la gente que venía a clase y les propusimos la idea de buscar y construir un espacio para dar clase, y que fuera también más comunitario, para trabajar otro tipo de dinámicas”, revela.

Dicho y hecho

Y fue dicho y hecho. Con la ayuda en lo que se refiere a materiales del SJM, los inmigrantes edificaron una estructura lo suficientemente grande como para acoger los alumnos, que ahora se ha visto ampliada gracias a la cesión de uno de los residentes del asentamiento de su “cochera”, lo que permite separar a los novatos del grupo más avanzado, formados por hasta 14 personas cada uno.

migrantes chabolas
Varias personas llegan a la escuela realizada con bloques de hormigón, palés y plásticos en El Hoyo, uno de los asentamientos de chabolas en los que migrantes africanos residen para trabajar en el campo de Níjar (Almería). EFE / Carlos Barba

En el caso del SJM, son seis personas las que acuden los martes y los jueves por la tarde. “Pactamos con ellos la hora, que depende también de los horarios de trabajo”, añade Ruiz Clavijo.

“La gente que vive en este asentamiento es más bien joven, con muchísimas ganas de trabajar la mayoría. Quieren aprender y tienen muchísimas ganas de hacerlo”, insiste.

La educadora también lamenta que, entre otros muchos problemas, estas personas tengan que sufrir la falta de recogida de basuras -acumuladas a apenas unas decenas de metros de la escuela-. “Como nadie viene a recogerla, la queman, lo que genera más contaminación, un problema de salud y ambiental”, expone.

Reparto de clases

Pero los miembros del SJM no son los únicos que imparten clase en esta peculiar escuela, también lo hacen voluntarios de Cruz Roja como Lourdes Fernández-Pacheco, que también enseña español a los marroquíes de El Hoyo, aunque además atiende a migrantes tras su llegada en patera y participa en otras acciones en asentamientos de la onegé.

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Mujeres y hombres estudian en la escuela realizada con bloques de hormigón, palés y plásticos en El Hoyo, uno de los asentamientos de chabolas en los que migrantes africanos residen para trabajar en el campo de Níjar (Almería). EFE / Carlos Barba

En el caso de la Cruz Roja, son dos personas las que cada viernes por la mañana hacen de profesores en estas aulas. “Viene bastante gente. Uno de nosotros da una clase más avanzada y el otro a nivel básico. EN los asentamientos la gente viene y se va, aunque tengo algunos chicos a los que conozco desde el año pasado y que vienen muy a menudo”, relata.

Aunque también es normal que por esta movilidad acudan otros “completamente nuevos” que obligan a “empezar desde cero”.

Además del idioma, aprovecha para enseñarles otros conocimientos que puedan ser de utilidad a estas personas, como seguridad vial para que “tengan cuidado en la carretera, se pongan el chaleco, y otras cosas que son importantes para vivir aquí”, precisa a la vez que recuerda apesadumbrada la muerte de uno de los inmigrantes de El Hoyo, que fue atropellado.

“Aquí todos son encantadores y muy colaboradores. Hemos hecho con ellos más actividades como fútbol y hemos ido un día al Mini Hollywood. Al final es gente que te da más de lo que tú das. Es una labor bastante gratificante”, concluye. EFE