Carlos López Izquierdo |
San Sebastián (EFE).- La reciente denuncia de unos aficionados a la espeleología sobre posibles afecciones de las obras del Tren de Alta Velocidad (TAV) a la cueva de Lezetxiki ha puesto el foco sobre este enclave arqueológico vasco, un referente de la época neandertal en la península, desconocido para el gran público.
A principios del mes pasado, unas imágenes que mostraban la cubierta de un túnel a través de una oquedad en la pared de una galería de Lezetxiki llevaron la alarma hasta el Congreso, donde la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, calmó las aguas al afirmar el yacimiento propiamente dicho no había sufrido “ningún daño”.
Ahora, una vez constada la ausencia de afecciones en este punto, el catedrático de Prehistoria de la Universidad del País Vasco Álvaro Arrizabalaga explica, en declaraciones a EFE, la importancia de este yacimiento, declarado Bien Cultural de Protección Especial con la categoría de Zona Arqueológica, cuyas excavaciones ha dirigido en los últimos años.
Homo Heidelbergensis
Situada en la localidad guipuzcoana de Arrasate, entre sus estratos fue descubierto “el resto óseo humano más antiguo del registro paleoantropológico vasco”, un húmero, probablemente de una mujer Homo Heidelbergensis, con una antigüedad mínima de unos 164.000 años, y dos piezas dentarias muy probablemente de origen neandertal, además de miles de restos de industria lítica prehistórica.

Según desvela Arrizabalaga, Lezetxiki acumula también innumerables vestigios de fauna prehistórica, muchos de los cuales son “primeras citas” de especies en la península, entre los que encontramos restos de glotón, marmota y del ratón del abedul, además del último macaco que habitó en nuestro territorio, entre otras curiosidades como unas conchas que habrían servido como “adornos” a los últimos neandertales.
Lezetxiki es además un yacimiento “histórico” para la arqueología peninsular, ya que sus primeras campañas de excavación se iniciaron en 1956 bajo la batuta de José Miguel Barandiaran y supusieron hasta 1969 la escuela de campo de toda una generación de prehistoriadores.
Posteriormente, tanto Álvaro Arrizabalaga como la profesora de la UPV/EHU e investigadora de Ikerbaske María José Iriarte han sido quienes, desde 1996, han trabajado en las excavaciones científicas más recientes de Lezetxiki.
Valor historiográfico
“La cueva tiene un valor historiográfico en sí”, detalla Arrizabalaga. “Se trata una yacimiento que dentro de poco cumplirá un siglo desde que fue descubierto y que se ha excavado durante períodos muy largos por diferentes equipos por los que han pasado generaciones de arqueólogos de distintos sitios y que han hecho que funcione como una especie de escuela de campo”, explica.

“De esta manera, se ha convertido en un valor referencial” en la península, insiste el catedrático, porque Lezetxiki “siempre aparece en todos los mapas y manuales que hablan de los neandertales” y de su industria “musteriense”, “incluso cuando vas a Alemania o a Francia”.
Por si fuera poco, la gruta cuenta con restos humanos, algo que “a nivel de calle” hace que “interese a todo el mundo”. Unos vestigios que además resultan de “particular” relevancia por los dos momentos a los que pertenecen, ya que el húmero se sitúa temporalmente “entre las especies previas a los neandertales y los propios neandertales”, y los molares “entre éstos y nuestra propia especie”.
Línea de tiempo
Por este motivo, Lezetxiki permite “hacer un interesante relato de una línea de tiempo al final de la cual estamos nosotros” y eso contribuye “mucho” a la importancia del yacimiento, opina Arrizabalaga.
Asimismo, resalta el “valor explicativo” de esta caverna, que sirve para dar contexto a otros yacimientos del entorno y contribuye a confirmar que la ubicación de todos ellos no es “arbitraria”, sino que se articulan en torno a una especie de “autopista prehistórica” que comunicaba la península ibérica con el resto de Europa a través del paso del río Bidasoa.
