Svitlana Goncharova (d) y Svitlana Shulga (i), dos refugiadas ucranianas asentadas en La Rioja, que miran a su país con la esperanza de que acabe ya la guerra para regresar a abrazar a sus familiares. EFE/ Raquel Manzanares

Trabajar para normalizar su vida, la meta diaria de dos refugiadas ucranianas en La Rioja

Rebeca Palacios
Logroño, (EFE).- Encontrar un trabajo con el que normalizar su vida es la meta diaria de Svitlana Goncharova y Svitlana Shulga, dos refugiadas ucranianas asentadas en La Rioja, que miran a su país con la esperanza de que acabe ya la guerra para regresar a abrazar a sus familiares.

En una entrevista con EFE, estas dos ucranianas han repasado cómo han pasado los últimos diez meses, desde que llegaron a España en abril de 2022 en un autobús fletado por la ONG riojana Coopera.

Las refugiadas ucranianas Svitlana Goncharova (c) y Svitlana Shulga (d), junto a Olga Khomyakova (i), traductora rusa que colabora con la ONG Coopera. EFE/ Raquel Manzanares

Además de compartir nombre y piso en Fuenmayor (La Rioja), ambas aprenden español y han obtenido el carné de manipulador de alimentos para poder trabajar en hostelería, pero la falta de homologación de sus estudios en Ucrania y el dominio total del idioma les impide encontrar un trabajo.

Goncharova, de 52 años, llegó con su hija Yulia de 16, mientras su marido se tuvo que quedar en su ciudad, Slavyansk, para trabajar en la reconstrucción de infraestructuras; así como su otro hijo para cuidar a sus propios niños, lo que les ha evitado a ambos tener que luchar en el frente.

Enfermera con 32 años de experiencia, los últimos en un hospital covid en su país, no puede trabajar en España en el ámbito sanitario y ni siquiera tiene la posibilidad de encontrar un puesto como cuidadora de personas mayores, porque le exigen el título de Bachillerato, que no puede solicitar en su país.

Su hija Yulia, quien ha aprendido muy rápido español, estudia cuarto de Secundaria en el instituto de Fuenmayor con muy buenas notas, por lo que sus profesores le animan a que continúe el próximo curso con Bachillerato, ha relatado orgullosa.

Su compatriota Shulga, soltera de 37 años, es una decoradora y diseñadora de interiores con estudios de turismo, que también tiene experiencia laboral en hostelería y en venta directa.

En su pueblo, Svyatogirsk, dejó a su madre, quien no se animó a viajar a España por tener que cuidar a su abuela, de 94 años.

Las refugiadas ucranianas Svitlana Goncharova (c) y Svitlana Shulga (d) en Logroño. EFE/ Raquel Manzanares

Una nueva vida en La Rioja

Al llegar a La Rioja, Goncharova comenzó a vivir en Aguilar del Río Alhama y Shulga en El Rasillo, pero a principios del verano pasado ambas se trasladaron a vivir a Fuenmayor, a 16 kilómetros de la capital riojana, en un piso prestado.

En Fuenmayor, una localidad que supera los 3.000 habitantes, viven otros 14 refugiados ucranianos y, además, otras dos familias de compatriotas afincadas en La Rioja desde hace 25 años han arropado a las nuevas vecinas.

Los primeros meses fueron “muy difíciles” anímicamente para ambas, pero el cariño de los españoles, que les recibieron “con el corazón abierto”, les ayudó a seguir adelante.

Goncharova ha reconocido que le costó mucho aceptar que había tenido que dejar su país y vivir en un lugar cuyo idioma desconocía y donde “todo era distinto” a Ucrania.

Hasta septiembre, Shulga no pudo superar el “estrés” que le provocó su cambio de vida y, además, los bombardeos llegaron hasta su pueblo, destrozaron el tejado de su casa con su abuela dentro y tuvo muchas dificultades para comunicarse con su familia.

Las refugiadas ucranianas Svitlana Goncharova (c) y Svitlana Shulga (d) en Logroño. EFE/ Raquel Manzanares

Planes diferentes de futuro

Aunque haya pasado un año desde la invasión rusa de Ucrania, Goncharova ha recalcado que ella no puede aceptar esta situación y adaptarse a la vida en España, ya que el frente se encuentra apenas a 29 kilómetros de su ciudad, de unos 100.000 habitantes.

“Cada vez que hablo con mi familia lo paso muy mal, lloro y quiero estar con ellos. Es muy duro. Solo quiero que acabe todo para regresar a mi país”, ha asegurado entre lágrimas.

Su compañera Shulga también quiere regresar a Ucrania para visitar a su familia, que vive en un pueblo de unos de 4.000 habitantes, situado solo a 20 kilómetros de la ciudad de Goncharova.

Cree que la guerra no terminará hasta 2024, pero después “sueña” con asentarse en España, donde ya había viajado hace unos años en unas vacaciones a Palma de Mallorca, “aunque la vida es muy diferente de ser turista a refugiada”, ha constatado.

Ambas están muy agradecidas del trato recibido en España, donde la gente es muy hospitalaria y, sobre todo, cariñosa, porque reparten sin dudar besos y abrazos.

Además, el clima, la cultura y las numerosas fiestas son otros de los alicientes que han encontrado para endulzar su etapa lejos de su hogar, con el único anhelo de encontrar un trabajo que les permita dar normalidad a sus días. EFE