Una restauradora muestra el estado de un documento en el taller de restauración del Archivo Municipal de Córdoba. EFE/ Rafa Alcaide

El taller que resucita los documentos históricos de Córdoba

Álvaro Vega I Córdoba, (EFE).- El taller que resucita los documentos históricos de Córdoba. La directora del Archivo Municipal de Córdoba, Ana Verdú, observa a la restauradora Pilar Moriel tratar un volumen de 1599 y comenta cómo “lo cose, con la misma técnica que se utilizaba en el momento, verdaderamente está resucitando nuestro patrimonio documental”.

Para Verdú, “Pilar es una ‘número uno'” porque “convierte en algo” ejemplares, como en el que en ese momento tiene en el taller de restauración del Archivo Municipal de Córdoba, “que no es recuperable”, pero que termina siéndolo, de ahí que para ella sea una verdadera resucitación.

A Pilar Moriel le llegan “libros muy deteriorados, que tienen muchísimos años, que han pasado por muchísimas catástrofes, termitas y ataques de hongos” y le corresponde, según dice a EFE en el edifico anexo al Estadio Municipal de El Arcángel donde el taller tiene su sede, “darles otra función, para la que estaban, que se puedan coger, leer y salvaguardar” documentos históricos y duren otros quinientos años”.

Atacados por los elementos y la desidia

Pero a esa idea del milagro en la recuperación de papeles centenarios atacados por los elementos, y también por la desidia en su custodia, la restauradora contrapone que “el proceso no es complicado, es laborioso, desde la limpieza de las hojas, hasta el lavado, la reconstrucción de las pérdidas, fortalecerlas, es monótono y largo, pero, después, es muy satisfactorio”.

“En Córdoba tenemos un legado brutal que llegó muy deteriorado porque hasta el siglo XIX, desde 1300 tenemos documentada la existencia del Archivo, el arca de las tres llaves se guardaba en una celda baja del convento de San Pablo y tenemos documentos del escribano mayor del Cabildo, el equivalente al secretario general actual, diciendo que se pudren los documentos”, comenta a EFE Ana Verdú.

En los procesos actuales, aclara, “se deja claro lo que es restauración, no se puede dar lugar a falsificación, acompañado de unas memorias exhaustivas de los productos que se utilizan y de cómo se hace”.

El diario íntimo de la ciudad

Con tanto legado, la ciudad conserva desde el Fuero de Fernando III de 1249, “priorizamos libro de actas porque es un diario íntimo de la ciudad, se recoge absolutamente todo, una desgracia, cuando alguien quiere hacer una iglesia, una peste…”.

El libro que Pilar tiene en sus manos son unas actas capitulares, que en Córdoba se elaboran desde antes que una pragmática de los Reyes Católicos las hiciesen obligatorias en 1500. En 1479, recuerda la directora del Archivo, el escribano del Cabildo “ya se queja de que le han robado los (libros) anteriores”.

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Una restauradora muestra el estado de uno de los documentos históricos en el taller de restauración del Archivo Municipal de Córdoba. EFE/ Rafa Alcaide

De hecho, a su juicio, “la historia de Córdoba no es una novela, tiene que tener un soporte documental y se van rellenando huecos con cosas” como la compra de las escrituras del convento de la Concepción, o hallazgos como otras “de un terreno, que estaban firmadas y selladas por el notario”, señala Pilar Moriel, que las halló a modo de cartón en la encuadernación de un libro que restauró.

Explica que estaban formando parte de las tapas “para darle grosor, no había cartón como ahora, como la cola de antes se disuelve con agua como la de ahora se van sacando capas de papel y puedes encontrarte algo de valor”, como le sucedió en ese caso.

Hoja a hoja, día a día

En el anterior trabajo, Pilar ha invertido cinco meses y medio, “hoja a hoja, días de tres y cuatro hojas”, dice, “el proceso es largo”, acota la directora sobre la recuperación de documentos históricos.

Primero se desencuaderna, se hace un croquis de cuadernillos en el que se ve cómo va cosido, algunos llevan alguna hoja suelta insertada, que se incorpora mediante una pestaña y si falta una hoja también se anota, especifica la restauradora, porque en el proceso “no se adultera nada del original”, afirma Ana Verdúi.

Después se limpia con diferentes tipos de goma, se prueba la salubridad de las tintas, “normalmente estas tintas no se van, aunque algunas sí, sobre todo cuando hay textos con rojo”, dice Pilar Moriel, “se mide el ph y en unas bateas grandes con un tejido de poliester se protege para lavarlo, y en otra se mete en hidróxido cálcico para darle alcalinidad y le sube el ph”.

Más tarde, “en el carro de secado está quince minutos destapado para que el hidróxido cálcico en contacto con el aíre el papel se estire”, para pasarlo “a la mesa de luz donde le vamos dando las colas que ha perdido, le damos con almidón de trigo muy clarito y, si tenemos que ponerle tisu (lo que da consistencia al papel, que permite leer y moverlo) es el momento de pegárselo”.

Llega entonces el paso de los injertos, que se hacen con papel Japón, que Pilar va tiñiendo de diferentes tonos, ya que de origen es blanco, para que se asemejen al color del papel que está tratando.

Encuadernar para también conservar

En otro lugar del taller, la encuadernadora Ana Olmo se encarga en ese momento de los padrones de habitantes, que “por ley son de custodia permanente”, precisa Ana Verdú, que también se encuentra con restos de termitas e insectos y algunos con pérdidas, fruto, en este caso, de su uso administrativo.

Para Ana Verdú, “la restauración de los documentos permite atestiguar quiénes somos en la actualidad, para la recuperación de los documentos administrativos actuales, y quiénes fuimos y avanzar sobre seguro en el futuro”.

Córdoba cuenta con padrones desde 1508 y “todavía se nos dan el caso que se nos piden certificaciones del padrón”, subraya, fundamentalmente por cuestiones de herencias, pese a su informatización desde hace décadas.

Ana Olmo explica que, en su caso, se plancha con la espátula térmica, se tratan también las fisuras con papel tisu y papel Japón para reforzar el papel para que pueda quedar en condiciones para su consulta y que, en todo caso, se trata de “es una cosa que se ve muy fácil pero que tiene mucho trabajo”. EFE