Los arqueólogos Lino Mantecón (i) y Javier Marcos Martínez (d) en la excavación arqueológica de Los Azogues, en Santander, donde se está desarrollando una investigación para conocer más detalles sobre la ciudad en la Edad Media. EFE/Pablo Ayerbe.

Los restos arqueológicos que hablan de la Santander medieval

Santander (EFE).- Después de comenzar a desenterrar la necrópolis de Los Azogues de Santander, el subsuelo de la calle más antigua de la ciudad se ha convertido en un libro abierto para los arqueólogos, que con cada hallazgo van descubriendo más detalles sobre cómo era la actual capital de Cantabria en la Edad Media.

La caza de ballenas, los alimentos que consumía la población adinerada de la época o el comercio de la villa portuaria son algunos de los detalles que van saliendo a la luz conforme el equipo de arqueología que trabaja en la excavación, lo va desenterrando.

En una visita de EFE al yacimiento, los arqueólogos Lino Mantecón y Javier Marcos Martínez explican los trabajos que se han desarrollado por encargo del Ayuntamiento de Santander y en los que se está estudiando una necrópolis descubierta hace apenas unos meses y en la que se han encontrado, por el momento, 77 cuerpos.

Estos restos están pegados a la cabecera de la catedral, lo que unido a la existencia de ataúdes de madera de distintos tipos indica, según los arqueólogos, que se tratan de enterramientos de “clases sociales pudientes” dentro de la villa.

Un yacimiento complejo pero muy rico

“La obsesión era estar cerca de las reliquias (de los santos mártires de la ciudad que se encuentran en la catedral), por lo que la cabecera es un sitio privilegiado”, indican.

Además de los cuerpos, el yacimiento, que según señala Martínez es “muy complejo y culturalmente muy rico”, constata los orígenes de la villa de Santander, con una parte de un edificio románico y muralla medieval del siglo XII.

A partir de este momento “primigenio” previo al fuero de Santander, la necrópolis aporta información sobre diferentes momentos de la historia medieval en la ciudad, hasta el siglo XIV, lo que coincide históricamente con la época en la que empezó a crecer.

De este modo, los fragmentos de cerámica, que darían información sobre el comercio con Francia o Gran Bretaña, las monedas de plata de Alfonso X el Sabio o la “mariscada” que se ha encontrado bajo los cuerpos, indican cómo sería Santander en su consolidación como ciudad.

Del suelo al laboratorio

Una vez recuperado, los arqueólogos realizan un minucioso trabajo de lavado e investigación del material, una fase en la que acaban por asentar sus teorías o sugieren nuevas formas de divulgar lo encontrado, explica Mantecón.

Estos trabajos posteriores a los desenterramientos han permitido confirmar el descubrimiento de un disco intervertebral y un trozo de costilla de una ballena que, a tenor de las piezas, debió sobrepasar los 16 metros de longitud.

Lo que podría probar, de acuerdo a los arqueólogos, la caza de ese cetáceo en la capital cántabra entre el siglo XII y XIII, o al menos confirmar que se consumía este alimento, del que sí hay pruebas históricas de que se cazase en el Cantábrico.

Además, con el análisis de ADN sobre los elementos orgánicos, que todavía no están terminados, los investigadores confían en conocer detalles sobre la alimentación de la época y la procedencia geográfica de los cadáveres hallados.

E incluso saber si con los restos de polen que, todavía hoy, siguen accesibles en el enterramiento, se puede inferir qué tipo de vegetación cubría la Santander de la época.

La arqueología abierta al público

Mantecón y Martínez afirman ser defensores de la arqueología abierta a la ciudadanía, por lo que buscan divulgar sus hallazgos con transparencia y acercándolos a la gente.

Prueba de ello son las conferencias que han organizado en las últimas semanas para explicar los detalles del yacimiento, que se han llenado y en las que se han quedado, incluso, asistentes en la puerta.

O iniciativas más allá, como el encargo de un retrato robot del cráneo hallado mejor conservado, con el que se podrá saber, próximamente, cómo era el rostro de una santanderina medieval.

Pablo Ayerbe Caselles