Esas inversiones han cambiado la vida de Eric Wachira. EFE/Pablo Moraga

De producir poco a poder ahorrar: Las inversiones agrícolas que cambian vidas en África

Pablo Moraga |

Rutune (Kenia) (EFE).- El keniano Gilbert Murioki gira una manivela y mira con orgullo su huerto, donde dos aspersores despiden con fuerza unos chorros de agua que se desploman sobre sus plantas. Sabe que este es un gesto común en muchos países occidentales, pero se trata de una rareza entre los campesinos de África.

“Antes tenía problemas incluso para comer todos los días. Pero desde que tengo un sistema de irrigación, las cosas han cambiado. Mi producción ha crecido mucho”, dice Murioki a EFE desde la pequeña localidad de Rutune (centro de Kenia), donde el campesino planta, entre otros cultivos, repollos, tomates, judías verdes y café.

El agricultor ha usado sus beneficios extra para pagar las tasas escolares de sus hijos. Ha hecho algunas mejoras en su casa. E incluso ha ahorrado un poco de dinero, algo que nunca consiguió cuando aún necesitaba las lluvias para regar sus huertos.

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A sus 56 años, Murioki es uno de los quinientos campesinos del condado de Embu que desde 2019 se benefician de un programa del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), una agencia de las Naciones Unidas que promueve la productividad agrícola y el desarrollo económico de las zonas rurales.

El 95 % de la producción agrícola depende de la lluvia

Así, este campesino se considera un privilegiado en un continente donde, según los últimos datos recogidos por la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA, una organización que busca la transformación de la agricultura en África), hasta el 95 % de la producción agrícola depende de la lluvia.

“Estoy orgulloso de ser un campesino porque tenemos un papel importantísimo. Desde que nos despertamos por la mañana -explica-, todas las personas dependemos de los productos de los agricultores como nosotros. Nadie puede vivir ni un día sin nosotros”.

“Sin agricultores, no puede haber vida. Así que los campesinos deben ser consideradas personas importantes”, añade Murioki.
Las cifras recogidas por el FIDA dan la razón a este agricultor delgado, con las manos rugosas después de más de cuatro décadas trabajando su campo sin descanso: el 70 % de los alimentos que se consumen en África proceden de pequeños huertos.

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El keniano Gilbert Murioki gira una manivela y mira con orgullo su huerto. EFE/Pablo Moraga

Abandono de los pequeños campesinos

Sin embargo, Murioki lamenta que el Gobierno de Kenia “ha abandonado” a los pequeños campesinos. Muchos de sus vecinos aún dependen de beneficios erráticos para mejorar la productividad de sus huertos.

Si bien África subsahariana tiene alrededor de una cuarta parte de todos los terrenos cultivables del planeta, esta región apenas genera el 10 % de la producción agrícola mundial, señala el FIDA.

Sin máquinas, semillas modificadas, sistemas de irrigación ni abonos modernos, los agricultores no sacan el máximo provecho de sus terrenos. Y, a menudo, esto se traduce en millones de estómagos vacíos.

Por ejemplo, en la vecina Uganda -un país de unos 43 millones de habitantes y, según la agencia de cooperación estadounidense USAID, con un potencial agrícola capaz de alimentar a 200 millones de personas, más de un tercio de los niños presentan retrasos en el crecimiento debido a sus dietas pobres, de acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU.

Una oportunidad contra la crisis climática

Durante meses, la campesina Mercy Kamau madrugaba para regar su huerto con el agua subterránea que extraían sus aspersores y escuchaba con preocupación los lamentos de algunos de sus vecinos: una intensa sequía había destruido los cultivos de todos los agricultores que no tenían sistemas de irrigación.

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Durante meses, la campesina Mercy Kamau madrugaba para regar su huerto con el agua subterránea que extraían sus aspersores y escuchaba con preocupación los lamentos de algunos de sus vecinos. EFE/Pablo Moraga

“La gente pasaba hambre. Incluso tenían que pedir préstamos para poder comer, mientras que los niños tenían que marcharse lejos, cargados con garrafas, para encontrar agua para usarla en casa”, recuerda Kamau durante una entrevista con EFE.

Los cultivos de Kamau eran un oasis verde en medio de un paisaje desolador, consecuencia de la peor sequía que ha resistido el Cuerno de África (donde está Kenia) durante los últimos cuarenta años.

Según el FIDA, la crisis climática ha hecho aún más evidente la necesidad de invertir en los pequeños campesinos, que sin insumos agrícolas ni sistemas de regadío son extremadamente vulnerables.

Inversiones que cambian la vida

Esas inversiones han cambiado la vida de Eric Wachira, un joven de 28 años que antes de beneficiarse de un programa del FIDA en los alrededores de la ciudad de Karatina (centro) observaba con desesperación cómo su trabajo agotador en el campo ni siquiera le permitía cubrir todos los gastos que su única hija necesitaba.

Ahora, sus ingresos se han multiplicado por seis. “Además de cultivar alimentos, ahora planto flores. ¡Es un buen negocio!”, celebra.

Las flores que crecen en el campo de Wachira se venden en Europa e India, y el joven bromea con el hecho de que algunos europeos e indios pueden estar regalando ahora a sus parejas las rosas que él plantó.

Pese a que Wachira es consciente de que problemas como la sequía probablemente serán cada vez más comunes en Kenia, ahora puede soñar con un futuro mejor para su hija.